Donde Raúl Castro no llega, Antonio Rodiles se pasa, II

Nota aclaratoria:
Orlando Luis Pardo Lazo, es el autor de este texto que él mismo ha publicado en Facebook (y que es por tanto de dominio público).Nos ha pedido, primero que lo modifiquemos, y  al día siguiente, que lo sustituyéramos por otro. Sin tener la obligación de hacerlo (el texto era público), atendimos a su solicitud. Sin embargo, días después el autor (por razones que le atañen) volvió a subir otra versión a las redes. Aunque su autor no lo suscriba, hemos decidido volver a colocar el texto original el en portal.
La guerra a muerte contra Rosa María Payá y su proyecto de plebiscito Cuba Decide la ejecutará, hasta sus últimas consecuencias, el Ministerio del Interior cubano. La orden ya está dada y desde hace mucho. De eso a nadie le cabe la menor ninguna duda.
El régimen de los Castros llegó al poder mediante la muerte y se ha mantenido en el poder durante más de medio siglo mediante la muerte. Han asesinado y seguirán asesinando a todo aquel que represente una mínima esperanza o ilusión para el pueblo cubano. Un pueblo cuyos derechos y soberanía nacional han sido secuestrados por un Estado corporativo-militar llamado eufemísticamente la Revolución.
Por eso Yoani Sánchez está viva y Laura Pollán no es ni siquiera polvo de cadáver. Por eso Antonio Rodiles es un héroe disidente y Oswaldo Payá es apenas otro de nuestros miles de mártires que no llegaron a la tierra prometida de la democracia.
Porque Laura Pollán desafió el pacto de excarcelación y emigración masiva que en 2010 hicieron la Iglesia Católica y la Seguridad del Estado. Porque Oswaldo Payá ha sido el único opositor que hizo acción política concreta para desmontar el corazón mismo del sistema, sin necesidad de marchar ni siquiera sacar un solo cartel de protesta en las calles cubanas.
De la guerra a muerte del Ministerio del Interior contra Rosa María Payá y el plebiscito Cuba Decide, nadie excepto los verdugos del odio puede por el momento saber nada. Los asesinos a sueldo de Villa Marista no necesitan demasiado. Apenas un golpe mortal contra ella, como le hicieron a su padre Oswaldo Payá y a su amigo Harold Cepero, ambos ejecutados extrajudicialmente el domingo 22 de julio de 2012, a una hora y en un lugar aún desconocidos de la geografía cubana, probablemente en la provincia de Camagüey (por cierto, Antonio Rodiles tampoco cree que ocurrió un doble atentado de Estado, como no lo cree Yoani Sánchez, ni Manuel Cuesta Morúa, ni Dagoberto Valdés, ni Elizardo Sánchez Santa Cruz, ni nadie en Cuba que cuente con suficiente cinismo e instinto de conservación).
Pero de la guerra a muerte de la disidencia insular contra Rosa María Payá y Cuba Decide, sí que podemos decir ahora bastante. Esa guerra tiene una cabeza visible y muchísimas cabezas agachadas. El guerrero erguido anti-plebiscitario es, por supuesto, Antonio Rodiles. Sus razones sólo Dios y el Estado cubano las saben. ¿Ansias de protagonismo, machismo y misoginia personal, miseria materialista de alma, cumplir órdenes expresas del G-2? Da igual. La cuestión es sacar del escenario a Rosa María Payá y sacarla cuanto antes. Antes de que un Premio Nobel de la Paz, por ejemplo, pueda alcanzarla.
Lo cierto es que la profesionalización como opositor de Antonio Rodiles no busca para nada un cambio de gobierno en Cuba, por más que él jure ser un contrarrevolucionario radical ante los micrófonos. Al contrario, Rodiles trabaja a doble marcha y camisa quitada para asegurar que ese cambio de gobierno sea sólo una especulación teórica, un espejismo más que una esperanza, y que, de hecho, jamás los cubanos cuenten con tácticas y estrategias políticas concretas dentro de Cuba.
Es decir, Rodiles apuesta paradójicamente por una Cuba sin políticos cubanos preparándose para participar y desmontar al actual gobierno (Rodiles prefiere un país de prisioneros políticos y de campañas para liberarlos: es el síndrome del mayoral y los esclavos). Rodiles también rehúye de cualquier proposición constitucional que, como Cuba Decide, pueda ser implementada en la práctica en Cuba, y, sobre todo, pueda ir ganando en popularidad al interior de la Isla. Sobre todo si ese proyecto cuenta, como es el caso de Cuba Decide, con toda la legitimidad posible de cara a la comunidad internacional. Sobre todo si dicho proyecto, o cualquier otro que sea, no es dirigido por él.
Los logros de Cuba Decide, que no es propiedad privada de Rosa María Payá ni mucho menos, sino que son victorias cívicas para toda la ciudadanía cubana, para Rodiles parecen ser algo risible, incluso ridículo. De hecho, para él constituye traición. O aún peor: tal como muchos cubanos acusaron a Oswaldo Payá en vida, movilizar por la vía legal a los ciudadanos cubanos es, para Rodiles, caer en complicidad con el castrismo contra el cual Cuba Decide combate.
Por supuesto, nada de lo anterior tiene la menor importancia en tanto debate. Con Antonio Rodiles no se debate. Él ya tiene de antemano su agenda y la llevará a cabo como mejor le convenga. Él es el que es, como un diosito de la democracia. Y por lo pronto su único objetivo político, después de abandonar a su suerte las marchas de las Damas de Blanco, es ahora recuperar su protagonismo perdido. Rodiles quiere ser una alternativa política al castrismo, pero sin actuar de manera política contra el castrismo. Sólo boconeando.
Por eso, Rodiles muy bien sabe que tiene que sentar a la fuerza a Rosa María Payá en el banquillo de los acusados, tiene que lograr interpelarla con técnicas de interrogación disimuladas ante las cámaras de la TV, y tiene que ponerse a jugar al gran espectáculo democratizante de los dos únicos candidatos presidenciables: Rosa y Rodiles, Rodiles y Rosa, la parejita perfecta para pretender una porción del poder tan pronto como cuando Miguel Díaz-Canel se equivoque o se canse. Mientras ese momento llega dentro de otros 59 años, Rodiles se dedica a acusar falsamente a Rosa María Payá de que ella no reside ya en Cuba: algo que ni los genízaros de Raúl Castro se han atrevido a decirle todavía, pues saben que ella cuenta con carnet de identidad, libreta de abastecimiento, y demás etcéteras de la escasez. En efecto, donde Raúl Castro no llega, Antonio Rodiles se pasa.
Rodiles necesita seguir haciendo de todo para seguir sin hacer nada. Seguir sin línea de trabajo coherente y persistente, cualquiera que estas sean (recuerdo que al inicio de Estado de Sats, los disidentes estábamos todos vetados, pero ahora, paradójicamente, para participar hay que ser más trumpistas que Trump). Es decir, Rodiles va a seguir reclamando de palabra una mano dura imaginaria contra los Castros que queden, pero sin hacer nada político que implique un peligro real para el castrismo, sino que seguirá parapetado (como Yoani Sánchez en 14yMedio, por ejemplo) en la esterilidad de las mil y una escaramuzas digitales de represión y denuncia versus denuncia y represión: encerrado en un ciclo sin salida donde el castrismo siempre saldrá intacto, intocable.
Pero, insisto, nada de esto tiene la menor importancia. Porque lo imperdonable es que Antonio Rodiles sea simplemente una nulidad moral. No es un ataque ad hominen para matar al mensajero en lugar de ponderar al mensaje. Es que él mismo sabe que su catadura no está nada lejos del perfil de los represores que lo rodean. Adúltero adicto, ofensivo con sus colegas al estilo de un segurosito cualquiera (a Yoani Sánchez la llamó “comemierda” por teléfono en el 2012 y a Dagoberto Valdés le gritó “maricón” en la embajada sueca en 2015), acosador impune hasta de las mujeres que colaboraban como editoras de video en Estado de Sats, agresivo al punto de caerse a piñazos con otros disidentes cubanos (mi turno se acerca ahora), bloqueador de opiniones contrarias en las redes sociales (mi turno ya pasó hace rato), censor de las obscenidades de Porno Para Ricardo y Danilo Maldonado (El Sexto), acaparador del flujo de divisas disidentes a la Isla y contratista abusivo que paga poco y exige una contratación cautiva con absoluta fidelidad (quien colabore con Rodiles, tiene prohibido colaborar con nadie más), y, lo más peligroso, falsificador de evidencias de la represión castrista en Cuba (como su infame foto falsa en prisión con un ojo ponchado en Photoshop y aquella camisa con sangre de utilería como prueba de las torturas contra el escritor Ángel Santiesteban).
No digo más. Esto lo he vivido desde adentro y desde afuera de Cuba. A nadie le pido que deje de creer en Rodiles. Al contrario. Voten por Rodiles en el dos mil veintitantos. Y no se lo pido a nadie porque el pueblo cubano, hoy por hoy, es precisamente una masa de nulidad moral: el raulismo es realmente una especie de rodilismo popular. Son tal para cual. Se trata de un estado de boconería chusma y sin ética, sin virtudes ni misericordia, para colmo todo disfrazado de transición lenta pero aplastante hacia la democracia. Al parecer, es cierto que en muchos casos la ausencia de dios nos convierte a la religión de la indecencia.
CubaDecide.org, la iniciativa ciudadana para promover en la Isla un plebiscito vinculante, busca el apoyo de la gente normal por una parte, así como de los gobiernos y ONGs del mundo libre que se dignen a no abandonar otra vez al pueblo cubano, hoy sumido en el momento más amargo (y criminal, no olvidarlo) del Cambio-Fraude de los Castros a los neo-Castros.

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