Los nacidos en la isla de Cuba son españoles, lo mismo aquí que en la Península, y en la última han podido, ejercer iguales derechos que todos los nacidos en Asturias o en Aragón. Los peninsulares, desde el momento que ponen el pie en tierra cubana, se confunden con los que en ella han nacido y forman con ellos la población española de la provincia. Si a los habitantes de la isla de Cuba se les llama para que den su opinión respecto a lo que más conviene a esta tierra, el mismo derecho tienen los peninsulares que los insulares a manifestar esta opinión. En una palabra: la isla de Cuba es primero de España y después de los españoles que la habitan.
Y este otro también es bueno: Cuba es una provincia española
Cuba es una provincia española, una parte integrante de la nación y los hijos de Cuba de hecho y de derecho son españoles, si no renuncian por sí mismos este preciosísimo derecho. Los que tal hagan renuncian a la patria, y, lo quo es más, no pueden tenerla, porque ni ahora, ni luego constituirán una nación.
Cuba ha de ser España o nada, y esto es tan cierto que los rebeldes, para que deje de ser española, quieren reducirla a cenizas. Las llamas dan bastante luz para que se descubra bien el camino que quieren seguir los incendiarios, no hay que cerrar los ojos, no; pues es necesario elegir entre Cuba española o Cuba nada.
DLM, mayo 1869.