-Por Francisco Cambronero
Recuerdo cuando ZP sacó su famosa ley antitabaco. Yo había dejado de fumar varios años antes, y había alcanzado ese punto tocapelotas de no poder respirar en ambientes llenos de humo.
Recuerdo que muchos fumadores amigos reían de mí y mi manía, y me decían eso de que los peores somos los que habíamos dejado de fumar…
El caso es que solo unos pocos poníamos algo de reparo en entrar en los bares y discotecas llenos de humo. Nunca era tema de conversación porque la gente tenía otras preocupaciones. Y el humo que se pegaba a la ropa lo eliminaban con perfumes especiales o así. A nadie le importaba esa realidad.
Pero bastó que ZP dijera que si queríamos una sociedad saludable, era necesario prohibir que se fumara en los bares, para que todo el mundo comenzara a discutir sobre lo importante que era impedir que se fumara en los bares. Recuerdo muy bien que en mi departamento universitario yo fui el único que se oponía claramente a tal medida: los bares son propiedad privada de acceso público, por lo que el estado no es nadie para decirles a sus propietarios si se puede o no fumar en su interior. Al menos mientras el tabaco sea una droga legal. Pero no había manera: ‘es que no te importa que la gente respire el humo», ‘no te importa que los niños parezcan que son fumadores’, ‘hay muchos casos de cánceres en los fumadores pasivos’, ‘los bares son lugares públicos, por lo que el Estado tiene derecho a obligarles a hacer eso’…
No sé si lo recordáis, pero fue tan brutal el cambio de criterio de la sociedad española –de ser algo irrelevante a no haber otro tema de conversación en ningún lugar de España (las cenas familiares, con los cuñaos diciéndonos por qué no solo es una buena medida sino, sobre todo, fundamental y blablabla), que comprendí el poder enorme que tiene el Estado para controlar moralmente a la sociedad. Y lo fácil que le resulta imponernos una escala de valores, de criterios. El truco consiste en obligarnos a ser buenos: buenos con nuestro cuerpo, buenos con nuestro espíritu. Para ello, solo tenemos que confiar en el Estado. Porque, al fin y al cabo, ¿quién no quiere un bar libre de humos?
Ahora han decidido que tampoco se puede fumar en las terrazas de los bares y restaurantes… El motivo es el mismo: impedir que seamos libres para salvarnos la vida… Como si la vida y la libertad fueran por caminos distintos…
En fin. La suerte para España está echada. Desde hace tiempo. Lo que está sucediendo ahora solo es la consecuencia natural de nuestras propias decisiones como pueblo, país, comunidad, loquesea.
:'(
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NOTA: somos el país occidental que ha sufrido las restricciones más severas (solo se podía salir a la calle para ir al super o al trabajo. Si no demostrabas que ibas a alguno de estos dos lugares, te multaban con 600€); el país con más muertos por millón de habitantes (lo que demuestra que el confinamiento no sirve una mierda); el país con más sanitarios infectados; y, ahora, el único país que prohíbe fumar en las terrazas…
Lo cachondo es que no solo no se ha solucionado nada, sino que, además, hemos destruido toda la economía. Y somos menos libres.