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Desactivan a joven ideólogo Harold Cárdenas en Cuba

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Por: Harold Cárdenas Lema
Esta es una despedida necesaria. En una tarde de lluvia hace más de quince años me entregaron el carnet de la UJC en Santa Clara. Bastante tuve que pelear por él contra una persona que hoy ni siquiera vive en Cuba, pero fui un revolucionario acreditado. Hoy me despido de la organización a través de un proceso de desactivación y aprovecho para hacer un balance que la disciplina militante antes no me permitía.
Algunos compañeros en la UJC (e incluso en casa) tienen la teoría de que con 31 años me estoy poniendo viejo, algo que niego fervientemente. Pero la edad no es el motivo principal de mi salida sino cambios internos en la organización y que a efectos prácticos soy un desempleado en nuestro país. La ausencia de un marco legal que permita acreditar a La Joven Cuba, o reconocer legalmente el trabajo que hacemos a diario en nuestro proyecto, dificulta las cosas. En todo caso, al parecer no es posible seguir militando bajo estas condiciones.
Le debo un agradecimiento a la Asociación Hermanos Saíz que me abrió las puertas desde hace dos años, mis compañeros de comité de base que estuvieron conmigo hasta el final y quienes en la UJC nacional me acompañaron en el proceso. Saben que me despido en contra de mi voluntad pero sin resentimientos, ingresaría mañana a la organización si tuviera la oportunidad.
Pero la militancia es más que un carnet. He conocido personas de todas las edades con una intensa proyección política sin ningún documento que lo acredite, y por supuesto, lo contrario. Julio Antonio Mella nos dio lecciones de cómo es preferible formar parte de las organizaciones, pero tampoco imprescindible.  Le debo a la UJC toda mi experiencia política. En la universidad debatí con cientos de estudiantes que me prepararon para lo que vendría después en Internet y la esfera pública. Soy un producto de esta organización a la que dediqué años con orgullo.
Mi relación con el Buró Nacional tuvo buenos y malos momentos. Desde quienes se ganaron mi respeto hasta los que se dejaron arrastrar por prejuicios e incluso provocaron el bloqueo a LJC en 2012.
Siempre sentí aprehensión a la hora de escribir sobre la organización porque soy crítico de fenómenos que nuestro discurso oficial suele edulcorar. Generalmente el Buró leía mis textos pensando más en la imagen de la organización, a mí siempre me interesaba más el funcionamiento interno, visibilizar los problemas buscando su solución. Nuestros intereses son comunes.
El punto es que no hubo un artículo crítico sobre la UJC que no despertara sensibilidades en sus mayores representantes, lo cual es comprensible. No había manera de hacerlo sin que sus dirigentes lo consideraran una crítica a su gestión, sin hacerlo personal y verlo en un fenómeno más general. Pero, ¿cómo criticar a los que trabajan asumiendo responsabilidades que otros evitan y lo hacen cobrando salarios mínimos? ¿Cómo se cuestiona al que da el paso al frente? Pero estas preguntas tampoco pueden silenciarnos. Desde que tengo conciencia política he visto transitar varias administraciones del Secretariado Nacional con muchas diferencias pero las mismas limitaciones.
Muy a mi pesar debo afirmar que el mayor responsable de estas dificultades es el modo en que funciona la relación de la UJC con el Partido, y esto lo digo con toda conciencia. La mirada paternalista que este ejerce sobre la organización, el papel que desde allí le asignan algunos, “lo que esperan” de los dirigentes juveniles, lastra a la organización innecesariamente. Al punto que llegado el momento de que esta camine por sí misma, le cuesta hacerlo o no puede.
Una cosa es el discurso político y la voluntad, otra es la capacidad real de poder transformarse. ¿Cuántas reglas puede cambiar un Buró Nacional? ¿Tienen capacidad el Primer Secretario y su equipo de cambiar a fondo sus estructuras? Existe un marco de movimiento del que es muy difícil alejarse en las organizaciones juveniles, varios de quienes lo intentaron debieron pagar un precio por ello. Hace años hubo dirigentes con mayor capacidad de convocatoria, más atrevimiento y autonomía. No olvido la justificación que un día escuché sobre la desaparición de tales liderazgos a principios de este siglo: “creyeron que eran la vanguardia, y la vanguardia es el Partido”. Me asusta pensar en las consecuencias si esa idea es política de Estado.
No es menos cierto que el PCC debe reunir a los más hábiles y más comprometidos con el desarrollo del socialismo en Cuba, pero el concepto de vanguardia que aporta una organización juvenil que se le subordina debe ser tomado en cuenta porque pone sobre el tapete ciertas contradicciones que no tienen que ver con militancia sino con generaciones. Y es de supina ignorancia obviar esto último.
Si vamos incluso más atrás, recordamos que en los años 90 durante una grave crisis económica, los líderes juveniles tenían una capacidad de convocatoria que se fue diluyendo hasta entrado el siglo XXI. El decrecimiento de la participación juvenil fue proporcional a la sustitución de líderes naturales por cuadros políticos. Esto no demerita a los actuales ni significa que no tengamos personas con condiciones en la UJC o la FEU, pero sí descalifica una política de cuadros que impide llegar allí a otros con capacidad de hacer crecer las organizaciones.
Necesitaríamos quizás más escuelas de líderes y menos de cuadros. En ocasiones parece que el liderazgo es legítimo en la generación histórica que hizo la Revolución pero quienes nacimos después debemos asumir una actitud vergonzante ante él. Entonces, entre las construcciones artificiales de liderazgo alimentadas desde el extranjero, y nuestra incapacidad de canalizar el liderazgo auténtico, terminamos menospreciando algo que vale mucho en cualquier sociedad.
En la actualidad se producen cambios positivos en la UJC y quisiera pensar que se solucionarán algunos problemas. Quisiera participar pero es importante darle espacio a otros y reconocer cuándo termina tu momento. Esta es una despedida relativa, seguiré acompañando la organización como sea posible, ofreciendo una y otra vez la experiencia de LJC para los desafíos actuales. La capacidad de unir fuerzas que por naturaleza deberían caminar juntas también sería simbólica.
A pesar de sus críticos la UJC brinda experiencia política y es como la universidad, algunos salen con un título y otros con conocimientos. LJC fue la forma que encontramos sus fundadores de ser consecuentes con las responsabilidades que teníamos en la organización ese momento, lo natural sería una buena relación entre ambos. El tiempo tendrá la última palabra. Adiós UJC, o hasta pronto.
Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

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