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De Venezuela a Galapagar

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Por: Antonio Moreno Ruiz
Recordando este vídeo:

Nada se halla de extraordinario a priori, pero no nos viene mal analizar los hechos recientes:
El partido Podemos irrumpió en la política española con un claro bagaje neomarxista. Juan Carlos Monedero tiene la cara de Gramsci en su ordenador, y eso es toda una declaración de intenciones. No obstante, si nos fijamos en su campaña electoral, fue poco doctrinaria, más bien pragmática. En duros tiempos de crisis, Podemos apelaba a la cercanía de la gente. Señalaba a los bancos, a los ricos que presumían de sus posesiones, a los políticos de corrupción avejentada… No querían ni chaqueta ni corbata. Lo de ellos eran vaqueros y rastas. Se presentaban como una nueva generación dispuesta a cambiar las cosas. Aunque al final, la palabrería era más de lo mismo, pero se pusieron de moda. Y cuando les echaban en cara su chavismo, decían que no, que eran socialdemócratas al estilo escandinavo.
Empero, la broma podemita no ha durado demasiado. No podía durar. ¿Nadie se preguntó cómo gente absolutamente irrelevante de golpe y porrazo comenzó a copar los medios, especialmente los de la “derecha”? Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero Íñigo Errejón… Gente mediocre, enchufados de la Complutense (¡así están las universidades españolas…!), recolectores de subvenciones públicas… Y el Partido Popular los puso en bandeja. En su “estrategia”, los gavioteros pensaron que al irrumpir los podemitas, el voto de la izquierda se dividiría y eso los perpetuaría en el poder, pues venderían eternamente el miedo a los comunistas. Y claro, que Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, diga que el almirante Cervera QEPD (del que hasta el mismísimo Fidel Castro hablaba bien) era un facha quiere decir mucho del nivel cultural de este personal. ¿Qué no podemos esperar cuando administran? Desastres en los ayuntamientos podemitas, desde Barcelona a Cádiz, son el pan nuestro de cada día.
Y al final, Pablo Iglesias, el indiscutible líder que decía “Chávez vive, la lucha sigue” para luego traer a colación a Olof Palme, se compra un pedazo de chalet en Galapagar con una hipoteca irrisoria, cosas inaccesibles para un pueblo al que decía defender. La hipoteca, “casualmente”, concedida por un banco que ha recibido el dinero de las subvenciones que por ley le corresponden al partido (¡olé el estatalismo partitocrático!), así como se encuentra involucrado con dineros e influencias procedentes del separatismo catalán.
Pablo Iglesias ha hecho lo que hicieron los «padres de la transición»: Ir a saco y engañar a todo el mundo, al mismo tiempo que es justificado, cuando no loado, por una insigne cantidad de tontos útiles a los que podrá seguir engañando durante mucho tiempo. Ahora bien, tiene su mérito Iglesias: No deja de ser entrañable ver a ilustres rojiprogres hacer una defensa a ultranza de la propiedad privada y hasta de la riqueza. Es que claro, si el amo del cortijo va engominado, hay que criticarlo, pero si lleva una coleta, pues hay que defenderlo.
Pero… ¿Nadie se plantea cómo en apenas un par de años se puede pasar de un pisito en Vallecas a un chalet espectacular (casualmente, luego de haber entrado en política…) así como así? O, ¿de verdad esto del chalet es una cosa nueva? ¿No estaba planeado/pactado desde antes, por más que Iglesias hablara de los propietarios de chalets como “lejanos al pueblo”?
Podemos ha enseñado su verdadera cara. La oligarquía española los aceptó como un miembro más del ajedrez y, de hecho, el Banco Santander se reunió con ellos. Podemos usó a Venezuela, Bolivia y Ecuador a su antojo. Allí hicieron teoría y praxis, viviendo como marajás, tan ajenos a las necesidades de la gente como en España, paseados como “gringos” más o menos exóticos. Cuando ya eso les daba mala publicidad, escupieron en la mano que les había dado de comer, y más de un chavista se ha molestado con ellos, y con razón. El mentado PP sabe desde hace mucho de los turbios manejos de Iglesias, Errejón, Monedero y compañía en Venezuela y alrededores. Pero no ha hecho nada. Y no hará. Total, al final lo que importa son los votos. Los votos que, por cierto en Venezuela, cuentan mucho, pues con Cuba, Uruguay y Argentina, alberga uno de los países con más nacionalidades españolas por mor de los emigrantes, y tanto el PP como el PSOE tienen sus franquicias allí oliendo siempre las elecciones. Y como hay tantos venezolanos con nacionalidad española o portuguesa debido a esa emigración que se produjo especialmente en la época de Pérez Jiménez, ahora, muchos hijos y nietos de aquellos emigrados (en los tiempos que los canarios llamaban a Venezuela “la octava isla”) emigran –valga la redundancia- a la tierra de sus inmediatos antepasados. Y muchos le podrán pedir explicaciones al partido que escogió el color morado, la banda masónica de la II República, que así como son culpables de muchas cosas que pasan en España, contribuyeron privilegiadamente a la ruina de Venezuela y a todo aquello que ha sido pasado por el sanguinolento barniz bolivariano.
Podemos (y lo que no es Podemos) ha convertido a España en la reserva espiritual del castrochavismo. Cuando inmigrantes venezolanos han salido a protestar contra las manifestaciones chavistas ibéricas, han recibido insultos (muchos de tinte racistoide) y hasta agresiones. Los chavistas, al igual que los separatistas catalanes, hablan de feminismo, pero cuando hay mujeres que no concuerdan con su tiranía y les plantan cara, no vacilan en golpearlas.
Con todo, ya sabemos dónde está el mal. De hecho, está hasta demasiado localizado. Y sabiendo esto, digo yo (como he podido expresar en otros escritos) que si estos que hacen tanto mal han sabido unirse para sus fines, aprovechando los cauces hispánicos (por más hispanófobos que sean) trascendiendo los sentimientos nacionalistas de turno, ¿cuándo nos uniremos nosotros, hispanos de corazón, de una buena vez?

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