Por Antonio Moreno Ruiz
Cuando el escritor inglés Gilbert Chesterton exponía en sus historias a plausibles vegetarianos violentos, era tachado de exagerado. Entre el siglo XIX y el siglo XX eso no era contemplado ni de lejos. Como mucho, el “vegetarianismo” era visto como una extravagancia inofensiva. Así también pasó con el anarquismo, y tal vez hoy con el islamismo. Y, como se dice en mi tierra, no pasa nada hasta que pasa.
El caso es que en nuestro tiempo, donde el infanticidio se considera un derecho, donde la gente estuvo pendiente de un pulpo para ver qué selección gana el partido de fútbol y donde nos creíamos que el 21 de diciembre de 2012 se iba a acabar el mundo porque hubo quien dijo que eso es lo que predijeron hace muchísimo tiempo los mayas… En fin, en este mundo que encima creemos desarrollado y civilizado, ha entrado desde hace no mucho tiempo una supuesta fiebre animalista que acaba mezclando churras con merinas. Es tragicómico: Ya los taurinos son (o somos, porque me incluyo) no solo unas malas personas -que por supuesto-, sino una suerte de terroristas a abatir. Y a estas alturas, ya mismo todos los que gustamos de comer carne, -así como los carniceros- seremos considerados unos sádicos. Tampoco se librarían los aficionados a la pesca. Y como todo se prohíbe, acabaremos en la cárcel. O en el campo de concentración, quién sabe. En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad que fueron cimentadas por la guillotina, faltaría más.
Pero, y en toda esta onda expansiva, ¿qué diremos de las mascotas?
Yo, que soy de zona rural, he visto como siempre se ha tenido perros y gatos. Pero normalmente, el hábitat del perro y del gato, como el de la mayoría de los animales domésticos (A excepción de ciertos pájaros más o menos cantores), era el del corral. Tenían su función hacia la casa pero quiera que no, su sitio estaba más en consonancia con su hábitat natural. Ahora no hay corrales, entonces, por esta lógica que se dice animalista…. ¿Colegiremos que los que tienen mascotas pueden ser considerados carceleros que encierran a los animales en contra de su voluntad? ¿Qué son personas que encarcelan a los animales para regodearse en su capricho de cariño burgués? Si todo son “derechos”, claro, ¿por qué privar al animal? Digo, si hablamos tanto de “sufrimiento”, entonces…. ¿Por qué no autorizar la zoofilia, siempre y cuando sea consentida por el animal? ¿Por qué no le puede quedar una pensioncita al cónyuge de una burra?
Y es que el problema no son los pobres y admirables animales. Ni tampoco la sufrida naturaleza, cada día más maltratada por tirios y troyanos sin que nadie haga nada real por preservarla. El problema es la estupidez, y más concretamente, la estupidez que viene abanderada por la progresía, la misma que nada dijo ni nada hizo con las barbaridades antiecológicas que propiciaron las dictaduras comunistas. Todavía está reciente Chernobyl como para que ahora venga el mutado rojerío con estas incoherencias y tonterías que ningún verdadero amante de la naturaleza –entre los que me incluyo- puede tomarse en serio.
En el mundo moderno nos educan para que expulsemos la trascendencia, la sacralidad, de toda nuestra vida. Y sin trascendencia no hay nada. La misma naturaleza pierde su bello, hermoso y grato sentido. Por eso se caen en tantas anormalidades.
Y habrá quien encima se crea un pagano redivivo…. ¿Desde cuándo los diferentes paganismos abogaron por el “ecologismo”? Los romanos, para fundar una ciudad, sacrificaban un par de águilas. De ellas extraían sus vísceras y según lo que saliera, seguían o no, iban en una dirección u otra. Y a todo hay que buscarle una especie de origen remoto y mítico, cuando en realidad es que procede de un presente mediocre.
Y es que al final, los vegetarianos también caerán. ¿O acaso no sufre la planta que es arrancada del suelo? ¿No es un ser vivo? ¿O es que un toro es más ser vivo que una lechuga?
¿Y por qué deberíamos hablar de “malas hierbas”? ¿No sería racismo?
Todo es posible para nuestro mundo de mascotitas. No obstante, lo claro es que los supuestos animalistas y los financieros tienen clara una cosa: El que está de más en este mundo es el ser humano. Así que apretémonos los machos.