InicioFirmasDe los perros, y de los lobos

De los perros, y de los lobos

Date:

Del autor

Isabel de Bobadilla, Capitana general de la Isla de Cuba

Durante la conquista y colonización de América, muchas mujeres...

La expulsión de los jesuitas: Antecedentes y consecuencias

-Por Emilio Acosta Ramos Un tema que genera debate es...

Gracias a Alejandro Toledo, el globalismo se infiltró en el Perú

-Por Mar Mounier 'Gracias' a Alejandro Toledo, el globalismo se...

José Gabriel Barrenechea.

El otro día un amigo, relevante personalidad de la música en Santa Clara, cuestionó en mi presencia a un conocido común, también del medio, por sus pocos escrúpulos al ligarse con todo el claqué de funcionarios y mediocridades evidentes, que se aferran como parásitos a las fuentes por donde manan los recursos dedicados a la cultura por el Estado Cubano. El interpelado, uno de los peores representantes del Riveronato, le respondió con una sonrisa que intentaba ser cínica, y una mirada toda ella resignación: “Al perro que se sale de la manada se lo comen los lobos”.

El susodicho admitía así que su talento no le habría de permitir vivir, como a mi amigo, sin entrar en la manada. Qué su sobrevivencia como un hombre de la cultura dependía de saber respetar los intereses creados de la manada cultural, o “vanguardia artística”: por qué si no, no lo “dejarían comer”.

¿Pero de qué se habla aquí, con esa imagen de los perros y de los lobos? ¿Qué manada cuestiona a nivel ético el riveronista cuestionado? Manada de la cual, no obstante, él mismo admite no puede distanciarse.

En una primera aproximación puede parecernos que es aquella, en el campo de la creación, que solo sirve para defender los privilegios injustos de los mediocres, y por encima de ellos los intereses personales de los funcionarios a quienes el Estado les ha dado la misión de administrar los recursos que este destina a la promoción del proceso creativo. Privilegios e intereses personales que por lo tanto deben de ir en contra, en ambos casos, del interés ilustrador del Estado.

Esta, por cierto, es la interpretación que el interpelado por mi amigo deseaba compartirnos, y quizá hasta en la que él mismo, en su superficialidad incorregible, cree.

Mas lo esencial aquí, más allá del simplón lugar común del Estado buenazo y los funcionarios malos, es que el interés del Estado en cuestión no es verdaderamente promover el proceso creativo, y con ello la plena realización humana.

En el caso cubano el Estado no persigue ilustrar a la ciudadanía en conjunto para empoderarla políticamente, lo que solo se puede lograr mediante el gradual acceso a la participación política -el estudio de la evolución de las Leyes Electorales demuestra la falta de esa voluntad progresiva y gradualista de parte de la élite castrista. En el caso cubano el fin evidente del Estado es mantener a la ciudadanía en el estado de pobre, material y espiritualmente, para que en ella perdure esa necesidad que todo hombre demasiado constreñido de recursos para su realización personal invariablemente siente: la necesidad de una élite paternalista que acapare el poder político, y económico, con el fin de tomarse la responsabilidad de defender los intereses de esos pobres constreñidos, o de distribuir equitativamente la escasez.

Es de interés existencial para esa élite trepada en el ápice de un Estado piramidal, por tanto, mantener a la ciudadanía en un estado de incompletitud y carencia para siempre, jamás. No en balde los intelectuales orgánicos del castrismo se quedan sin respuestas claras ante el fenómeno latinoamericano de que los sectores sociales que han accedido a la clase media, precisamente gracias a las políticas pro-chinas de la izquierda que les es próxima, luego de adelantar desde la pobreza votan sin embargo a la oposición (que ellos en su limitación cerril identifican siempre con la derecha). Es algo que simplemente esos intelectuales no pueden manejar, porque desde su base teórica el error es ya de hecho haber ampliado los horizontes existenciales del pobre hasta sacarlo de la completa dependencia del Estado paternalista. El error es por tanto el haberlo comenzado a convertir en un ente autónomo, que se atreve a comenzar a experimentar con su capacidad de hacerse de un criterio propio.

De ese interés preponderante en mantener a la ciudadanía en la incompletitud y la dependencia se desprende cuál será la actitud de ese Estado, o sea, de la élite al ápice del mismo, frente al proceso creativo: vigilar, censurar, coartar… Proceso creativo que no puede significar en sí más que un peligro para el orden rígido y vertical, con el cual se logran conservar las condiciones imprescindibles de incompletitud humana, imprescindibles a la permanencia de esa élite ad aeternas en el poder.

En este sentido hay que dejar muy claro que la unión simbiótica de mediocres y funcionarios a que hacía referencia el interpelado se explica en que los últimos, en el ejercicio de la función censora y desestimuladora de la creación, por decreto de arriba, solo pueden terminar favoreciendo, directa el indirectamente, a los primeros.

Porque el origen de esta alianza no está en que al funcionario, para robar con más eficiencia y calidad, le convenga más rodearse de la mediocridad, que de esos siempre cuestionadores e incontestables individuos creativos.

Ese resultado providencial para el funcionario, y por supuesto también para el mediocre, es un subproducto del interés del Estado en coartar la creación, y por tanto en alejar de los lugares de la creación al individuo creativo. Con lo cual esos espacios quedan libres ya no para el primero que, sin reales condiciones para la creación, quiera ocuparlos, sino que incluso solo podrán abrirse para aquellos de quienes el Estado, mediante sus funcionarios, no pueda sospechar un excesivo espíritu disolvente de su estructura monolítica, o entiéndase, un exceso de capacidad creativa.

Por tanto, contrario a lo que presupone el pensamiento vernáculo, con su idea del Rey bueno y sus burócratas malos, el funcionario y el mediocre han sido reunidos inicialmente por interés del Estado en una manada –reunidos, algo ya de por sí contrario al ejercicio creativo, resultado siempre de la soledad individual- y es solo a posteriori que ambos personajes han notado lo conveniente para unos y otros, ya no sólo para élite estatal, de su asociación. Con lo que tras ese descubrimiento ya no cumplirán con los objetivos del Estado tanto así por pura fidelidad a su élite, sino por sobre todo porque han notado que en el modelo de organización impulsado por esa élite satisfacen plenamente sus intereses personales.

No es por tanto que fuera de la manada el culto y creativo perro pierda la pelea con los lobos. Es que ante todo, sin la manada los perros nunca pasarían de dilettantes, de aficionados, quizás de público para las expresiones más sofisticadas y exquisitas de cualquier arte, pero nunca alcanzarían a vivir en la apariencia de la creación artística o literaria.

Aclaro lo de apariencia, porque es necesario entender que hoy la mayoría de los supuestos creadores cubanos, dizque revolucionarios, no (re)crean más que las bases de la manada. Pasan por creadores y a cambio, el Estado Cubano, necesitado de ocultar su naturaleza incompatible con la verdadera creación, les permite disfrutar de los recursos que por sobre todo regala a través de su Ministerio de Cultura (aunque no solo por medio del mismo).

El asunto, repito desde una diferente aproximación, puede oscurecérsenos un tanto porque como más allá de su élite dirigente el Estado no es algo impersonal, sino un conjunto de funcionarios encargados por sobre todo de organizar la distribución de los recursos estatales, los aparentes creadores deben no solo compartir esos recursos con dichos funcionarios, sino también y sobre todo mostrárseles adictos, y por sobre todo fieles. Admitir así que, como en Santa Clara, un porciento enorme de lo por años destinado a la Música haya tomado el camino de los bolsillos de ese funcionariado, y de todos aquellos a quienes se “salpica” más arriba en la vertical cadena de mandos del Estado castrista, para pagar la impunidad del desvío de recursos; ese eufemismo con que en Cuba las autoridades suelen referirse al robo de cuello blanco.

A esto principalmente se refería el susodicho al hablar de la manada: a que muchas veces importa más que respetar los cada vez más borrosos principios ideológicos del régimen, dizque revolucionario, el ganarse la buena voluntad del pequeño Bajá y sus innumerables Caídes, que son quienes en la concreta administran lo que el Estado asigna para la cultura.

Mas esa realidad no debe conducirnos al simplismo ramplón de pasar por alto el que, en primer lugar, esos recursos son destinados por el Estado a coartar el acto creativo, y que es en base a ese interés suyo que como consecuencia directa llega a establecerse el referido vínculo simbiótico entre funcionario, y mediocre.

Por tanto la dichosa imagen, si no nos quedamos en su interpretación más vivencial, por su fuerza nos permite desenmascarar un régimen socio-político que más que promover la realización humana, al permitirle a cada cual el uso de sus capacidades en bien propio y de los demás, lo que hace es coartarla.

Porque promover la realización humana implica favorecer el que los mejores consigan llegar al sitio indicado, mas lo que en verdad se hace en Cuba es promover una falsa igualdad, un igualitarismo, cuyo fin no es otro que el de matar la individualidad humana, y por tanto la capacidad creativa de los súbditos, reducidos a la categoría de párvulos a los cuales quienes mandan, “cuidan”, sobre todo de ellos mismos.

En el fondo el objetivo es crear con ciertos perros una manada particular, artificial, que llene el lugar que en cualquier sociedad occidental tienen los lobos esteparios, esas auténticas individualidades creativas.

Los lobos, las verdaderas individualidades creativas, en competencia con los cuales los perros nunca tendrán la oportunidad. Al menos mientras no se deshagan de su alma perruna, e intenten liberar esa entraña creativa que todo humano lleva dentro de sí.

Aunque claro, al hacer esto último se pondrá necesariamente en entredicho, se amenazará el status quo, tan amado por esos hombres que no se atreven a vivir más que en manadas.

Por tanto, aunque el mismo no pueda admitirlo, porque sería el final de esos sueños inducidos por el régimen de creerse un gran escritor, miembro de la “vanguardia artístico-literaria”, el interlocutor de mi amigo no es realmente al Estado y sus funcionarios a lo que teme, sino a alguna vez tener que competir, en un espacio de libre creación, con los lobos esteparios que todo lo dejan a un lado para dejar libre su capacidad creadora.

Son por tanto tipos como estos, al igual que quienes mandan y sus funcionarios, tan responsables por el actual régimen que impera en Cuba. Son ellos parte fundamental en el castrismo .

Es algo que debemos acabar de entender, al interpretar correctamente esta imagen con que algunos quieren hacerse pasar por víctimas.

Subscribe

- Never miss a story with notifications

- Gain full access to our premium content

- Browse free from up to 5 devices at once

Firmas

Deja un comentario