Hace años, en New Jersey, un tipo -cubano él, de dónde sino-, me aseguró y juró por su madrecita (señal de la cruz mediante) que había un cantante puertorriqueño que se vislumbraba como el nuevo Benny Moré, y que para él lo era sin duda de ninguna clase. Bien. No quise contradecirlo porque yo en aquella época todavía andaba medio ‘bobaliconalírica’ guindada del humo de las chimeneas.
Esa misma semana otra tipa, cubana también, me invitó a la primera pasarela de la marca de trapos de esta niña mexicana que canta -eso dicen- y baila peor, de la que Cristina Saralegui en un arranque de guataquería afirmó que era más bonita que María Félix. ¡Semejante alfeñique con nombre de musa griega (mal bautizada por supuesto) compararse con la Doña! ¡Josú! como dicen los andaluces, que Dios me ampare y me favorezca, como decían los cubanos de antes. Entonces, a esa pasarela en el centro de New York fui por mi hija, que era una niña todavía, y que cuando llegó y vio aquello me miró con cara de susto, y se durmió en cuanto nos sentamos, y también asistió Donald Trump. Aquello estaba repleto de mexicanos que se tiraron en plancha como los monjes tibetanos ante un Buda en cuanto lo vieron. Saludó a todo el mundo, muy amistoso, y al rato, cuando la mexicana salió a cantar que vio al Moñe, se hizo la que no sabía que él vendría (o sea, como si ella y el marido poderoso no lo hubieran invitado), interrumpió la canción de mierda que estaba interpretando para asombrarse toda emocionada con la siguiente exclamación: «Omaigá, Donald Trump!!!» Y de nuevo cogió el micrófono con la puya encharcada en aquello que tú sabes: fluido vaginal.
Detrás de ella salió a berrear el supuesto sustituto de Benny Moré: Un blanquito fuñido, desteñido y con espejuelos de pasta negra, que si bien es cierto que tiene un chorro de voz, lo que no se puede negar, no se le para ni al lado de una verruga del calcañal del Bárbaro del Ritmo. Pero ya saben ustedes cómo son los cubanos, enseguida necesitan tumbar al original para colocar en un pedestal a la copia mala. Mala no, malísima.
De esa característica tan insensata del cubano, como todo lo que hace siempre, se ha aprovechado y aprendió la tiranía, de ése quítate tú para ponerme yo o en su defecto al otro. De tal modo, a partir de finales de los ochenta, entendieron que suplantando a Reinaldo Arenas y su éxito en España y en el mundo, por Senel Paz, no sólo borrarían a Reinaldo, impedirían que éste publicara y ganara premios y de un golpe magistral le arrancaban la tribuna que él mismo se hacía construido con su obra y sus derechos de ciudadano libre. El cuento ya se los hice en uno de los programas que le dediqué a Reinaldo en mi Canal de You Tube. Un guajirito revolucionario (Senel Paz) de un empujón y con un helado vulgar de Coppelia le daba un fondillazo al guajirito natural ‘gusano’ (a mucha honra) y anticastrista. También así colocaron a la Pelúa del 14ymierda por encima de Oswaldo Payá.
En mi caso han tratado de enviar a varios para tumbar mi imagen y debilitar mi voz: Abilio Estévez primero, Pedro Juan Gutiérrez fue el segundo (que desde Cuba llegó directamente a mi agente literario, contra, vaya casualidad), Padura Caradura y la Quendi Retaco Guarra, que no sólo fue a mi casa a robar libros y sombreros de mi pertenencia pidiéndoselos a mi pobre madre enferma de los nervios, además me escribía cartas de amor, y una vez fuera se dio a la tarea de intentar denigrarme y de imitarme con sus ridículos sombreros que le fabrica la chea del momento de la isla, cuyos diseños más parecidos a nidos de gorriones hambrientos no se pueden comparar con los míos adquiridos todos en Galeries Lafayette y en el Faubourg Saint-Honoré.
Así han venido actuando los castristas, y es lo que trata de hacer la Aymée Nuviola: imponerse con el estilo mal copiado de la única Sonera, Guarachera y Reina de Cuba, Celia Cruz. Que lo intente es una cosa, que lo consiga es otra. Jamás podrá pararse ni al lado de la sombra de la Ceiba más potente de Cuba.
Aunque.
Recuerden cómo son los cubanos. Habrá alguno que dirá, no pocos -dicho sea de una vez- que afirmarán que la Nuviola es mejor mil veces que Celia. Como mismo acuñaron que Estévez, Gutiérrez, Caradura y la Guarra son mejores que la Valdés. Como si yo viviera de ese pedacito, como si los originales necesitáramos de las opiniones y del mal gusto de los adulones de las falsas copias.
Bah.
Zoé Valdés.
Blúmeehierro Lenguaechucho. Uniquita del Montón.