De cómo Francia se hizo con España hasta hoy

Fue la Guerra de Sucesión

Fuente: Los intereses europeos en la destrucción de España (2)
Fue la Guerra de Sucesión un momento en el que la Gran Bretaña prestó especial interés a sus objetivos de invasión de América. Desde un primer momento intentó extender la guerra al territorio americano, con resultado adverso. Esa circunstancia provocaría que, ya encarada la victoria británica que desembocó en la destrucción del Imperio español, sus voceros, y en particular Daniel O’Leary, proclamasen despectivamente que “La guerra de sucesión, que al comenzar el siglo XVIII absorbió la atención de Europa, no alcanzó á turbar la tranquilidad sepulcral de la América española, aunque en esa lucha se debatían los más vitales intereses de la monarquía española. Ninguno de los pretendientes ofrecía á la América remedio á sus dolencias; por tanto, ¿qué le importaba á ella quien saliese vencedor de esa lucha, pues ella bien sabía que era su destino Servir sempre o vincitrice o vinta?

Después de todo lo que llevamos tratado, parace que, como señala Armando Aristizabal, “El objetivo de Inglaterra y de todas las logias masónicas en América era lograr la independencia, luego de destruir el poderoso andamiaje político-militar montado por España (…) dividir y fraccionar territorios emancipados para poderlos dominar mejor (…) A Inglaterra y su mercado mundial les interesaba enfrentarse con pequeñas repúblicas, susceptibles de ser manejadas fácilmente a su arbitrio…”  Y los agentes británicos jaleaban la idea. Así, Mariano Moreno expresó que “Es una quimera pretender, que todas las Américas españolas formen un solo estado. ¿Cómo podríamos entendernos con las Filipinas, de quien apenas tenemos otras noticias que las que nos comunica una carta geográfica? ¿Cómo conciliaríamos nuestros intereses con los del Reyno de México? Con nada menos se contentaría éste que con tener estas provincias en clase de colonias; ¿pero qué americano podrá hoy reducirse a tan dura clase?”
Felipe Ferreiro señala que “las Provincias Unidas comprendían entonces un vasto territorio de cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados que llegaba del Atlántico al Pacífico, abarcando la Banda Oriental, las Misiones, el Paraguay y el Alto Perú (hoy Bolivia). Este proyecto no concordaba con los intereses británicos puesto que, mediante la creación de diversos estados, más débiles, obtendrían mayores influencias y facilidades de comercio.”
El momento de oro para iniciar los proyectos británicos lo encontraron con ocasión de la invasión francesa de España, pero justo ahí se pudo observar que para llevarlos a efecto hacía falta algo más que la acción de los “libertadores”, porque como señala Jaime Rodríguez, “a diferencia de los británicos americanos, los españoles americanos no se rebelaron contra la madre patria. En lugar de ello, reaccionaron contra la invasión napoleónica de la Península ibérica, contra la expulsión de la familia real española en 1808 y contra la imposición de José Bonaparte, hermano de Napoleón, como rey de la Monarquía española. El rey usurpador, José I, no fue aceptado como nuevo dirigente de la Monarquía, ya que simbolizaba a los “ateos” franceses cuyas acciones habían puesto en peligro los fundamentos mismos de la sociedad hispánica – la Iglesia, representante de Dios en la Tierra, y al rey legítimo Fernando VII, que personificaba los derechos y libertades hispánicos. Para que la Monarquía española siguiera existiendo, se precisaban acciones extraordinarias a fin de establecer un gobierno que expulsara a los franceses y gobernara en nombre de Fernando VII hasta que éste quedara libre y regresara al trono.”
Con una particularidad añadida que significaba una potencia de gran envergadura y que marca la abismal diferencia con relación a otras potencias en la vida americana antes y después de la separación: Debemos recordar con Julio C. Gonzalez que “todos han omitido el rol de España en el Pacífico. La moneda castellana era la onza de plata, y en todo el pacífico regía este patrón…/…Humbolt manifestaba que no se encontraba más felicidad que en las posesiones españolas de América…/…El deseo revolucionario no existía. Había simbiosis entre los españoles y los naturales de América. No hubo los genocidios que vinieron después de la independencia.”
Esa tranquilidad, que llevaba parejo una estabilidad económica estaba a punto de desaparecer para convertir América entera en un nido de conflictividad y de miseria que ya dura dos siglos, pero es que, como señala Armando Aristizabal, “Inglaterra se había propuesto convertirse en sucesora de España a la hora de la independencia de sus colonias [sic], y no se regateó esfuerzos para acelerar el momento. A lo largo de todo el siglo XVII desplegó una paciente labor de zapa para producir sus mercaderías y extender su influencia en el área latinoamericana. Unas veces lo hizo legalmente a través de puertos españoles, y otras de forma ilegal apelando al contrabando, o bien mediante el establecimiento de puertos francos en las islas que tenía bajo su dominio”.

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