D. Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República de Portugal, visita España.

En su diario de 26 de octubre de 1492, Colón escribe la palabra antillana «canoa», primer americanismo de la lengua española. Primero, Portugal, y luego, España, dan comienzo a una de las aventuras más singulares de la historia: la iberofonía.
A la hazaña portuguesa de doblar el cabo Bojador en 1434 y el de Buena Esperanza para llegar a la India (1487-1488), y la española de 1492, a las que dieron carácter de naturaleza «jurídica» y espiritual las bulas pontificias Romanus pontifex de 1455 y la Inter Caetera de 1456, del lado portugués, y la Inter caetera de Alejandro VI otorgada a los Reyes Católicos españoles, le sigue un período histórico apasionante que cada uno calificará de acuerdo con su ideología, pero que culminó desde el punto de vista evolutivo en un nuevo mestizaje, en la primera globalización de la historia, en avances en la navegación (creación en Cádiz del colegio de pilotos vascos, que formará grandes navegantes), ciertas garantías jurídicas (todos los territorios se tomaban en presencia de notario), conocimientos y experiencias económicas que dieron lugar a las primeras teorías sobre el efecto del alza de los precios y los equilibrios presupuestarios de los Estados, en definitiva, en un nuevo Iberoamericanismo que con sus virtudes y defectos constituye hoy una realidad evidente.
Portugal y España se repartieron el mundo y fueron respetadas mientras, cada una por su lado, mantuvieron, a pesar de las desconfianzas, proyectos bien delimitados y siempre complementarios. Aunque separadas buscaban el mismo tipo de civilización.
Por ello, no es de extrañar que cuando comienza el declive de España comience también el de Portugal. a las deudas de los Fugger, Welser, y demás banqueros alemanes, que hipotecan España, se suma el desastre de los Países Bajos que rompen el eje Castilla-Flandes, convierten el puerto de Amsterdan en sustituto de los de Sevilla y Lisboa, y animan a los holandeses a ir ocupando poco a poco las posesiones portuguesas. Para los ingleses el pastel está servido.
Por eso, hay que repetir infinitas veces a los nacionalistas portugueses, españoles y periféricos, que la unión nos hace más fuertes y la desunión siempre es aprovechada por otros para debilitarnos.
Es cierto que hoy Europa nos ampara, beatifica y hasta nos da alguna migaja que otra, pero Europa está «hecha unos zorros» como se demuestra por las diferentes maneras de aplicar la justicia, las diferencias salariales, las diferentes constituciones, etc.
De ahí que a los dirigentes españoles y portugueses, y también a los pueblos respectivos, nos debería preocupar algo más de lo que nos preocupa eso que se llama por-venir.
Que no busquemos un nacionalismo ibérico cerrado en un mundo globalizado no quita que los ibéricos nos preocupemos por un futuro que viene a velocidad de vértigo, que nos desborda por nuestro atraso científico y que es fuertemente competitivo y no tiene sentimientos.
Enhorabuena, D. Marcelo, por darse cuenta del mundo en que vivimos y de nuestra historia en común.
 
Partido Ibérico (íber)
IBERIA: Maestra de la vida.

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