Cubanos en París: Lucía, Jorge y la suegra de Teresita

Ilustración : «On danse au tout du monde», Gina Pellón, 1984

París, 8 de julio de 2020.

Querida Ofelia:

Aquí en París está Lucía, la viuda de Jorge, está hospedada en un hotel de la Place de la Nation con su hijo. Vino a operarse de cáncer. Tiene un presupuesto dado por las autoridades cubanas de $30,000 dólares, pues en Cuba faltan los medicamentos y equipos para operarla. Ella es una azafata muy simpática y durante años gracias a su amabilidad he podido enviar la correspondencia y efectos personales de primera necesidad a amigos y familiares de la Perla de las Antillas. La va a operar un cirujano cubano que salió de Cuba de niño y es hoy uno de los más célebres cancerólogos franceses.

Fui a ver a Lucía al hospital, allí me encontré con otra azafata, la cual me contó que fue recibida en el consulado por un cubano muy amable llamado Jorge, el cual le presentó a otros funcionarios. La esposa de Jorge trabaja ahora en las oficinas de Cubana de Aviación de París, los hijos, que nacieron aquí en París, se fueron a vivir a Cuba al barrio de Miramar. Jorge (de unos 70 años), se está divorciando, pues se piensa casar con una “titi” que conoció en Cuba, en uno de sus recientes viajes. Hasta aquí todo es banal. Pero lo que no sabe la aeromoza es que Jorge era un bailarín que se quedó en París en los años 60, pariente de un mártir de la Revolución. Que Jorge era un gran “gusano”, que participaba activamente en cuanta “gusanería” había en París. Que hacía reuniones en su casa con los cubanos que llegaban exilados. Nunca negó que era militante socialista francés y hasta llegó a decir que iba a Cuba a ver a su madre enferma.

Una noche, durante una reunión de amigos en la casa de la célebre pintora Gina Pellón, la cual era la Embajada de Cuba Libre en París, sonó el teléfono, ella tomó el auricular y después con voz grave anunció que le acababan de comunicar el nombre de un espía castrista que se encontraba allí en ese momento. A mí me pareció surrealista. Pero de pronto, pocos días después Jorge desapareció, se esfumó, se volatizó. Ahora apareció de nuevo y he sabido dónde gracias a la amiga de Lucía, que lógicamente no sabe nada del pasado de supuesto “gusano” del compañero Jorge.

Por otra parte,mi amiga Teresita, la cual es francesa desde hace años, está enfadada con su suegra. Te contaré por qué.

Estando la suegra en Cuba, comenzó a hacer los trámites para que viniera por tres meses. Cuando le envió los documentos, resulta que en el consulado francés le dijeron que faltaba un cuño, por esa causa ella la llamó. Inmediatamente Teresita llamó al cónsul y estuvo hablando –y pagando– durante 35 minutos para convencerle de que todo era muy difícil, de que si había que comenzar de nuevo sería todo complicadísimo y además, que por problemas climáticos, el invierno no era bueno para una señora que vendría desde Cuba. Al fin el señor cónsul le dijo: – “está bien, pero que la señora esté aquí en el consulado a las 9 y media de la mañana, pues yo por la tarde me voy de viaje”.

Teresita volvió a llamar a su señora suegra a La Lisa, y ésta le respondió que le era imposible estar a esa hora en el consulado galo, pues tendría que levantarse muy temprano para ir hasta el Vedado. Ella le propuso que saliera a pie en ese mismo momento (eran allá las 8 de la noche), y así estaría a tiempo. Eso provocó su primer enfado.

Al fin llegó a la Ciudad Luz a pasar tres meses, pero estuvo sólo 9 días: ¡Nueve días que conmovieron al mundo! Le pidió cuatro cadenas de oro bien gordas para sus cuatro hijos que estaban en Cuba, unos cuantos trajes de novias Christian Dior, para alquilar en La Lisa, además le aseguró que con unos cuantos cientos de dólares resolvería su problema en Cuba. Cuando Teresita le dio su negativa rotunda debido a que sus recursos económicos no se lo permitían, se enfadó por segunda vez y le dijo que era una tacaña.

Yo la llevé a Notre Dame, allí me preguntó que dónde estaba Changó. Como le dije que allí ni en ninguna iglesia francesa se encuentra Changó, entonces me pidió ir a una Botánica, pero cuando le dije que eso aquí no existían, me trató de mentiroso y se enfadó también conmigo.

Me mostró su lista de artículos que quería comprar para sus hijos, eran de marcas: Ricci, Valentino, Dior, Boss, Saint Laurent, etc. Cuando le expliqué que esos artículos eran cosas de ricos, se enfadó de nuevo.

Decidió regresar inmediatamente a San Cristóbal de La Habana, no sin antes ir a una tienda y gastar del bolsillo de Teresita y su hijo 800 euros en regalos, hasta una pamela violeta y un gran ramo de rosas moradas horribles plásticas, que le compraron en Tati (el pulguero de París), pues según ella, no podía bajarse del taxi en La Lisa, sin una pamela y un ramo de rosas plásticas en los brazos.

En el aeropuerto le viró la cara a Teresita y le dijo: «tacaña, no me dirijas más nunca la palabra».

Suegra en francés se dice “belle mere”, traducción literal: bella madre, pero Teresita me dijo que prefiere el término de suegra en español o mejor aún el italiano “suocera” que se pronuncia suóchera, porque suena mejor. Los 9,000 kilómetros que separan La Lisa de París, le parecen pocos a Luisita.

Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,

Félix José Hernández.

Nota bene: Esta crónica aparece en mi libro «Memorias de Exilio». 370 páginas. Les Éditions du Net, 2019.  ISBN: 978-2-312-06902-9

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