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Cuba vuelve del frío

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Hace unos, años hubiera sido difícil imaginar a Cuba llamando a las puertas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Ahora que Estados Unidos ha restablecido las relaciones diplomáticas con la isla tras más de medio siglo de enemistad, parece ser solo cuestión de tiempo que Cuba ingrese en ambas instituciones, en beneficio de todos los involucrados.

 
Héctor R. Torres
Ser miembro del FMI es una condición previa para ingresar en el Banco Mundial, y son fáciles de ver las ventajas que Cuba ganaría con ello. La isla se siente orgullosa de sus logros sociales, y con razón. Pero asegurar que sigan siendo sostenibles requerirá que la economía cubana siga creciendo. Y para ello, tendrá que proseguir y profundizar las reformas económicas que ha iniciado, frente a su obsolescencia tecnológica, y modernizar su infraestructura pública.
Para todo ello necesita conseguir capital. Y, aunque Cuba podría (y posiblemente debería) solicitar apoyo financiero de fuentes distintas del Banco Mundial, hay problemas con muchas de las alternativas multilaterales. El respaldo financiero de la Corporación Andina de Fomento podría ser limitado. Aún no se han establecido los procedimientos para ingresar en el Nuevo Banco de Desarrollo de los países BRICS. Y unirse al Banco Interamericano de Desarrollo podría ser políticamente sensible, dada su vinculación con la Organización de los Estados Americanos.
Cuba podría, por supuesto, pedir préstamos a los acreedores bilaterales. Pero estos préstamos de Estado a Estado suelen incluir condiciones menos transparentes que los que otorgan las entidades financieras internacionales. Y ninguna de estas posibles fuentes de financiación igualaría el apoyo técnico del Banco Mundial.

Racionalizar los tipos de cambio fortalecería la competitividad de Cuba y aumentaría sus exportaciones, pero también sería un reto, incluso si se hace gradualmente. Los precios y salarios se verían afectados de forma significativa, y las autoridades tendrían que evaluar que las ventajas a largo plazo superarían las dificultades intermedias.
La persuasión sola, sin embargo, no será suficiente. Se necesitarán también políticas fiscales activas para conservar el consenso social a las reformas económicas. Requiere más tiempo desarrollar habilidades y abrir oportunidades comerciales que despedir trabajadores y cerrar empresas ineficaces. Cuba podría utilizar la ayuda financiera del FMI y el asesoramiento técnico, ya que compensa los perdedores a corto plazo, vuelve a formar a los desempleados y es compatible con los nuevos negocios.
El Banco Mundial y el FMI también se beneficiarían de la adhesión de Cuba, uno de los escasos países que no son miembros actualmente de ambos organismos. Al Banco Mundial, cuyo principal objetivo luchar contra la pobreza, le debería interesar que el país preserve sus logros sociales y apoyar la transición de una economía de planificación centralizada a una economía de emprendedores privados. El ingreso de Cuba en el FMI encajaría perfectamente con la misión de la institución que consiste en facilitar el comercio internacional y eliminar las restricciones a los tipos de cambio que lo obstaculizan.
Cuba puede estar lista políticamente o no para unirse a las instituciones financieras internacionales, pero cumple claramente los requisitos para solicitar la adhesión al FMI. Es un “país” con la categoría de Estado según lo definen las leyes internacionales. Su gobierno no debería tener problemas para demostrar que está dispuesto a cumplir las obligaciones de la adhesión que detalla el Convenio Constitutivo del FMI. De hecho, Cuba fue uno de sus miembros fundadores antes de abandonar voluntariamente la organización en 1964.
El proceso para la adhesión es relativamente sencillo: tan pronto presente su solicitud, el FMI enviará una misión técnica para recopilar los datos necesarios y preparar un informe que describa su economía y recomiende una cuota de derechos de voto y contribuciones. Determinar esta cuota es el punto decisivo del proceso de adhesión, y el país deberá nombrar un director ejecutivo que represente sus intereses durante las conversaciones. En teoría, podría elegir a cualquiera de los actuales 24 directores ejecutivos, aunque es probable que prefiera uno de América Latina.
La aprobación de la solicitud de Cuba necesitará el apoyo de la mayoría simple del consejo ejecutivo del FMI. Aunque Estados Unidos no dispone de votos suficientes para bloquear el ingreso por sí solo, sí goza de suficiente influencia para hacer fracasar el proceso. Por esta razón, Cuba tendrá que lograr al menos la aquiescencia estadounidense.
Suponiendo que EE.UU. no plantee objeciones, tras la decisión de la junta de cursar la solicitud de Cuba se creará un comité ad hoc de directores ejecutivos, entre ellos el elegido por la isla para representar sus intereses. El comité usará el informe de referencia preparado por el FMI para determinar la cuota inicial, así como los demás términos y condiciones de su calidad de miembro. Si Cuba acepta la propuesta del comité, el presidente enviará al consejo su recomendación de ingreso del país, y allí nuevamente será necesaria una mayoría simple. El último obstáculo sería una resolución que requiere el apoyo de la mayoría del consejo de gobernadores del FMI.
Tras ello se harían los trámites para la firma del Convenio Constitutivo del FMI. En el caso de Cuba, esta ceremonia tendría una resonancia especial, ya que normalmente se lleva cabo en el Departamento de Estado de EE.UU., donde se conserva el documento original. Tras la firma, Cuba volvería a ser oficialmente miembro del FMI, con lo que tendría derecho automáticamente a ser miembro del Banco Mundial.
(Este artículo se publicó primero en el portal Project Syndicate)
Héctor R. Torres fue director ejecutivo del FMI y presidente de la Oficina del G-24 en Washington.

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