Cuba y los cubanos

Una vida se vive una sola vez; ¡y qué carajo!, a nadie le puede gustar que en la vida que le toque, las pase puta en privaciones, en espera de tiempos futuros que pueden venir mejores; pero que tal cosa no consuela, porque lo vida ni tiene vuelta ni milongas camperas después de muerto.
No me gusta hablar de Cuba, de su situación; de su humanidad, porque Cuba hierve; se parece a una cafetera recién sacada del fuego que nos quema las manos a todos y cuantos queremos llevar razón en la exposición de lo que acontece en Cuba que, como es de lógica, le importa tres carajos y medio cualquier justificación, cualquier acomodo de ideas y de posturas, al que las está pasando canutas.
Lo primerico que te suelen decir los cubanos que lo de Cuba es un asunto privativo de ellos, particular; que todos los demás tenemos que ser meros observadores de lo cubano; y si emitimos una opinión al respecto siempre va condicionada a un egoísmo particular o para rellenar un renglón con pose, y, por lo general, no vale lo que se opina.
Personalmente estoy de parte del que la está pasando canutas porque cuando se le gaste la vida que le ha tocado vivir, se pueden ir al carajo todas las monsergas, porque a él nadie le va a dar una vida nueva para vivirla en el confort o bajo la perrería de la igualdad de oportunidad del libre albedrío de: los ricos con los ricos, los pobres con los pobres y las religiones repartiendo pastillas juanolas diciendo que así compensan la alegría con la que se debe vivir toda vida.
Por tanto, parto de la base, que lo que me jode es que haya gente, mucha gente, que sin comérsela ni bebérsela, le obligan a que desperdicie su vida, ¡nada más ni nada menos, cojones! en pos de algo que puede ser bonito si tuviese una duración máxima de una semana; pero no nacer y morir con el deseo ansioso de vivir acorde a lo que uno le gustaría: que no hay viejo ni vieja, que aunque diga que lo volvería hacer, probablemente lo último que haría, si pudiera repetir, es vivir la vida como la ha vivido, a su gusto, o a puros cojones.
Darle nombre, personificar al sistema causante del dolor y de estropear no una vida, sino miríadas de vidas, es tremendamente fácil y, con toda seguridad, de inmediato te surgirán seguidores y también detractores que señalarán hacia otro lado. Cuba una tierra en la que no nací, una tierra que cuando he ido no la he besado, sino que me he comido unos terronicos de tierra, no se por qué coño está formando parte de mi existencia, de mi vida, que no la puedo repetir ni nadie me va a regalar ni un solo segundo para repetirlo. Pero, aún así, voy a dar mi punto de vista sobre lo que personalmente opino sobre Cuba y los cubanos, aunque nadie, como es lógico, me lo haya demandado.
Si Cuba estuviera sola en América total, si Cuba no estuviera representada en Haiti, en la Republica Dominicana, en Jamaica, en Puerto Rico, en Méjico, en los suburbios de mierda de las ciudades imperialistas, en Brasil, en Argentina, en Las Guayanas, en Colombia, en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia, en Perú, en Panamá, en Costa Rica, en Nicaragua, en Honduras, en el Salvador, en las Islas de Barlovento, en las de Sotavento, en Chile, en Uruguay, en Paraguay, en Guatemala; si estuviera sola limpia y monda Cuba ante el jodedor impertérrito, mundial, de uno por uno todos los países enumerados y casi todos los del resto del mundo, tendría razón ponerle y señalar nombres de personas vivas o muertas causante de los males cubanos y los triunfos.
Pero hay un hecho anormal: difícil de entender desde la altura de muchos años vividos, y es que, entre un español y un alemán, o un polaco, pocos puntos de comunión, de la comunión que se quiera enumerar, nos une, como une a un argentino y a un cubano, o a un boliviano con un cubano, que tienen muchas cosas en común que los une, que no lo podemos tener en esta Europa de mirarnos de reojo porque ni nos llevamos bien, ni queremos tampoco que tal cosa ocurra porque estamos como perros escarmentados  que no olvidan los gayaos.
En el fondo, todo es simple, todo es tan elemental como que si dejaran intervenir y sentarse en una mesa redonda a cuatro personas de la calle, normales, de cada país, excepción de los gringos, para empezar, cosa que no ocurriría en Europa, todos los países reunidos se entenderían sin necesidad de intérpretes, un poco de dificultad con Brasil, pero no mucha, y es, precisamente contra ese formidable entendimiento, con esa preciosa paridad, la que hace que el sistema, en manos gringas y de latigueros, aprieten fuerte en no dar opción alguna a que en ocasión se pongan de acuerdo y los aparten de sus vidas como se aparta una pelufa de caña.
Mantenerlos divididos es algo tan simple y cotidiano que no es necesario ni abrir el manual del perfecto agitador por página alguna para recibir instrucciones, porque simplemente con darle carne al león, a cada león en su jaula, la cosa seguirá jodida por las centurias que los dueños del sistema quieran, supuesto que el “culpable” es variable, tiene distintos nombres; unas veces se llamará Simón, otras, San Martín, otras Tupa-katary, otras Fidel Castro, otras Maduro, otras Sucre, Santander, Morillo…Pero nunca, nunca, los EE.UU. y tampoco el gozo y la paz de resignación que aportan las religiones verdaderas y no las otras que son siempre falsas y partícipes a que siempre exista discordia en lo que sea, aunque sea en el fútbol, y en que una virgen es más milagrera que la del pueblo de al lado.
Si no existiera esa comunidad en la tierra firme continental y en la tierra firme de las islas con tantas cosas en común todavía: bastante pareja con una singularidad planetaria de afinidad única cultural y lingüística, que se entienden sin intérpretes, la cosa sería imposible. Pero así, lo que resulta imposible es aceptar el por qué cojones no se une toda la América Tostada y le da una patada en el culo al sistema, sea gringo, sajón, o sea cristiano.
¿Que por qué no lo hacemos en Europa? Porque Europa nunca por nunca estará unida ni existe afinidad alguna entre los europeos.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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