Cuba: La nación y la emigración


Por Andrés Alburquerque

El desdén de la Junta por el pueblo cubano es inmenso; solo echa mano al sentimentalismo patriotero cuando le conviene o, mejor dicho, cuando no tiene alternativa. Desaparecido el Sicario en Jefe, con un Raúl Castro a punto de darle la patada a la lata y cuatro o cinco vejetes agonizantes y babosos, el “joven” relevo se agita nervioso pues está consciente de su falta de carisma, prestigio y cultura política. Para el régimen los cubanos somos como esas pobres prostitutas venidas a menos que los machistas contratan cuando se les extingue la noche y no han logrado conquistar alguna bella doncella.

En el exilio hay muchos que jamás aceptarían siquiera conversar con el régimen que les robó el fruto de una vida de trabajo; otros asistirían sólo bajo ciertas condiciones mientras otros irán a cualquier precio; para a estos basta escuchar el silbato del amo para que se coloquen en posición de atención listos a realizar las más ridículas piruetas. Como siempre doy la oportunidad a cada individuo a pensar y actuar como le parezca; pero para mí cualquier compatriota que se respete debe EXIGIR la existencia de las siguientes condiciones ANTES de que se efectúe cualquier tipo de conversación:

1- Aplicación de un canje monetario acorde con el mercado internacional y cese del robo descarado de que somos víctimas cada vez que enviamos dinero a nuestros seres queridos.

2- Eliminación TOTAL de las restricciones a los nacidos en la isla para viajar su patria independientemente de posiciones políticas y persuasiones filosóficas. En otras palabras: que cada uno de nosotros cuente en Cuba con las mismas condiciones que cualquier latinoamericano disfruta cuando visita su país de origen, ni más ni menos.

3- Abandono por parte del régimen de todos y cada uno de los actuales obstáculos burocráticos. Nadie debe pedir permiso para entrar a su propia casa. Punto.

Sé que muchos compatriotas objetarán que dialogar con los verdugos es equivocado; eso no importa ahora; cada cual que decida según su conciencia; pero que sea eso: una decisión soberana de cada cubano y no la imposición por parte de la Junta de quien sí y quién no. Debemos ser nosotros quien seleccionemos quien debe representarnos y no ellos.

Sin las condiciones que elenco al inicio estimo sinceramente que quien asista al encuentro carece de toda autoridad moral para representar al exilio sea quien sea y llámese como se llame.

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