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Cuando Cuba sudaba… aguas malas

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De Nüremberg, Alemania, apareció por Cuba un tal Tetzel, de nombre Hans, metalúrgico de profesión, que fue el que dirigió la explotación que, hasta nuestros días, se efectúa del rico cobre cubano

El alemán Hans, aunque llegara tarde para construir los cañones que pudieran exterminar a los naturales de la isla, porque pronto sólo fueron un puro testimonio de su existir, por las tierras continentales y a bordo de muchos navíos, el cobre cubano ayudó a los castilla en sus propósitos imperialistas. Y fue también un aliciente industrial para que algunos, muy pocos, vivieran ricamente en la isla de su manufacturación. Al tiempo que otros muchos sudarán “aguas malas” de idéntico color al cobre.
En aquellos prolegómenos jurídicamente dependía toda la isla de Cuba de la Real Audiencia de Santo Domingo en La Española. Y el territorio también se sujetó para su gobierno y administración a unas normas distintas a las que regían en Castilla, que fueron redactadas para ser cumplimentadas en los mentados nuevos territorios, y que por haber sido confeccionadas bajo la mano y criterio del Oidor don Alonso de Cáceres, las ordenanzas fueron conocidas y han pasado a la posteridad de los estudiosos con el apelativo de las Ordenanzas de Cáceres: Ochenta y ocho artículos que pretendían atar la arbitrariedad de los cabildos insulares, en los que se disponían a mal convivir gentes de distintas religiones y colores bajo la supremacía del blanco, que entendía que todos aquellos territorios eran suyos porque los habían heredados de sus abuelos Adán y Eva.
La ausencia de regimiento en cuanto a cómo proceder con los naturales de la isla, los cuales no son mencionados en las Ordenanzas sino para decir de ellos que son muy malos bebedores de alcohol, pone claramente de manifiesto el interés que desde el gobierno se tenía hacia ellos y su futuro de convivencia. Y basado en que: «Porque los indios beben el vino muy desordenadamente y por experiencia se ha visto que mientras lo tienen no trabajan, ni entienden en cosa alguna y de ello suceden otros muchos inconvenientes; que ninguna persona pueda vender vino en el pueblo de los indios..» Se da claramente a entender que los castilla, aún borrachos, eran unos caballeros en comparación de los descastados naturales.
Las gentes de color, los negros, no alcanzan en las Ordenanzas de Cáceres el tratamiento de ser seres humanos. Y como son nombrados en abundancia a lo largo de ellas, sobre sus existencias descansará el peso y la parte estrecha de un embudo de normas, que los apretará  manteniéndolos vivos mientras que les puedan estrujar sacándoles el zumo de su trabajo: “No pudiendo ningún negro cautivo traer espada, ni cuchillo, ni otra arma alguna aunque sea yendo con su amo, salvo que de noche yendo con su amo la pueda llevar, y no de otra maneraQue ningún negro cautivo tenga bohío donde duerma…Que ninguna persona negra ni blanca  acoja en su casa a dormir negro cautivo…Ordenamos y mandamos que todos los que tuvieren negros en estancias, hatos o criaderos de puercos y otras cosas, les den comida suficiente para el trabajo que tienen, y que así mismo les den dos pares de zaragüellas o camisetas de cañamazo cada año por lo menos… Porque hay muchos que tratan con gran crueldad a sus esclavos, azotándolos con gran crueldad  y mechándolos con diferentes especies de resina, y los asan, y les hacen otras crueldades de que mueren, y quedan tan castigados y amedrentados que se vienen a matar ellos, y a echarse a la mar, o  huir o alzarse y con decir que mató a su esclavo no se procede contra ellos; que el que tales crueldades y escesivos castigos hiciese a su esclavo, la justicia lo compela a que lo venda….Que ninguna persona pueda llevar al campo a vender vino, cañamazo, ni lienzo, ni otra cosa alguna, ni lo venda a negro cautivo, ni libre… Que ninguno pueda vender vino por mano de negro, ni negra horra pueda venderlo….Otros tienen casas puestas para hospedar y dar de comer a pasajeros y tienen en las tales casas negras suyas y acaece muchas veces que las tales negras el tiempo que sale flota o otros navíos se esconden y huyen con la ropa blanca que les dan a lavar…..» Todo un cúmulo de disposiciones encaminadas a que el hombre negro no pueda, ni tan siquiera, mirar para montarse en cualquier beneficio que le pueda hacer más llevadera su explotada existencia.
Y si para la esclavitud del hombre negro no será  necesario perder el tiempo en monsergas filosóficas para acallar las conciencias de un proceder inhumano – que tendrá  muy pronto una justificación más que asumida hasta por el más piadoso de los castillas – para los naturales indianos: “de cascos tan recios sus cabezas que mellaban los filos de las buenas espadas…”, se pondrán en marcha principios de ética, cogidos desde los más sólidos cimientos de la religión Cristiana Vaticana, que lleven la tranquilidad a la cama de algún pusilánime que pueda pensar o dudar que no tiene un derecho divino para hacer con ellos y sus propiedades lo que le venga en gana.
Está claro que viniendo como se viene de un tiempo muy cercano de brutalidad semejante (lo expuesto un “copiar y pegar” de mi libro Españoles en Cuba) lo que impera ahora mismo es una pelufa de caña con todo lo que quedó atrás, que conviene recordar para que la Cuba, necesariamente negra, necesariamente mulata, necesariamente tintada, no pierda su referencia en cuanto al imperialismo blanco, que de continuo la quiere camelar.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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