Crucero en el Costa Pacífica por los fiordos de Noruega. Escala en Hellesylt & Geiranger

París, 6 de noviembre de 2015.
Querida Ofelia:
El pasado 25 de agosto desde Breisundet empezamos la navegación por el Sulefjorden. Resultó de gran interés la navegación por el fiordo que se extiende por 65 millas con una profundidad en algunos tramos que llega a los 250 metros y con una anchura media de una milla. Hacia las 7 y 30 a.m. aproximadamente llegamos a Hellesylt. Fue una escala para que descendieran los turistas participantes en las excursiones de día completo.
«Lo más hermoso del país de los fiordos»: he aquí un nombre apropiado para definir la región septentrional de los fiordos, llamada así tanto por su posición geográfica como por sus impresionantes características.
La belleza de los fiordos noruegos suscita las exclamaciones más superlativas. Los fiordos más bellos se encuentran precisamente en Noruega. Uno tras otro, penetran en el paisaje, rodeados de montañas escarpadas, glaciares, violentas cascadas, huertos y jardines. Aquí encontramos aire puro, agua limpia y una naturaleza incontaminada.
La teoría sobre la formación de los fiordos es verdaderamente interesante: hace casi 3 millones de años, Noruega estaba cubierta por un casquete de hielo que era más fino en la parte de la costa y macizo en la parte del interior. A medida que el clima se fue haciendo más templado, el hielo empezó a derretirse, transformándose en impetuosos cursos de agua que, corriendo hacia el mar, excavaron el terreno cada vez más profundamente. Estos profundos valles se vieron inundados por el océano, formándose de esta forma los fiordos.
Las fuerzas de la naturaleza han plasmado el paisaje de mil maneras distintas y esta variedad enseguida salta a la vista. Las diferencias se notan también en las diferentes formas de cultura y en el carácter de los habitantes. Es difícil pensar que puedan existir muchas más regiones de Noruega, con las mismas dimensiones que ésa, en las que la naturaleza haya sido tan generosa como lo ha sido allí, en los condados del Möre og Romsdal y del Sogn og Fjordane.
Toda la zona ofrece un panorama completo de cuan extraordinarios y particulares son estos fiordos y su propia naturaleza: los de mayor importancia son el Geirangerfjord, el fiordo por excelencia, el Hôrundfjord, comparado por los geólogos con la «nave de una catedral gótica», y por último el Romsdalfjord, rodeado por unas hermosas montañas que colorean con unos deliciosos tonos ambarinos el contorno del sol sobre el mar.
El Geirangerfjord es el tramo interno de las numerosas ramificaciones del Storfjord, cuya longitud alcanza los 110 kms. desde su inicio al sur de Alesund, hasta el final, en el Geirangerfjord. El agua es también allí, la gran protagonista: se insinúa entre los fiordos, creando unas extraordinarias molduras, o cae desde altos precipicios sobre las rocas, como en las espléndidas cascadas que se encuentran muy cerca del poblado y que son uno de los atractivos más apreciados y conocidos de toda la región.
Otra particularidad extraordinaria es el Horningdalsvannet, el lago más profundo del mundo: su gélida agua desciende hasta más de 600 metros y, quizás también por este motivo, la leyenda narra que está habitado por muchos peces extrañísimos, algunos de características monstruosas.
A poca distancia, ascendiendo por el Nordfjord hacia Stryn, poblado por una intensa actividad turística, es posible admirar las montañas de las nieves perpetuas, cuyo símbolo más conocido y apreciado es el glaciar Tsytig. Es allí donde los dos macizos de Noruega, formados, según los geólogos, en dos eras diferentes (siendo éste el motivo de que presenten características distintas), se unen.
A las 9 a.m. zarpamos y navegamos durante 10 millas por el fiordo para dirigirnos hacia Geiranger, famoso pueblo situado en el Geirangerfjord, declarado patrimonio por la UNESCO y que forma parte de Storfjorden. En este tramo de navegación fue posible admirar las bellísimas y célebres cascadas denominadas » Las Siete Hermanas», que se precipitan en el mar desde las altas paredes rocosas de la cadena del Akemeset.
Geiranger da el nombre al fiordo homónimo: este pueblo domina la punta del fiordo y, desde allí, nace un valle, estrecho y larguísimo, muy parecido al contorno de un fiordo, que es sin duda uno de los valles más bellos de todo Noruega. Geiranger vive casi exclusivamente del turismo, aunque también de la pesca, del salmón en las aguas internas y de la merluza en las aguas externas de los fiordos.
Los barcos forman un continuo peregrinaje turístico a los fiordos. Desde el pueblo hicimos la excursión más interesante, la que nos condujo al lago Djupavnett y a las cimas del macizo Dalsnibba (1500 metros de altura), emblanquecidas a causa de las heladas y continuamente surcadas por pequeños arroyos y cascadas con unas pendientes pronunciadísimas. Desde allí se divisa un espléndido escenario de: montañas, glaciares, cascadas y lagos.
Geiranger, es como la Portofino (sólo mucho más fría) de Noruega. Es conocida por la hospitalidad de su gente y por la calma de su vida, que se desarrolla a través de paseos y pesca.
Por todas partes vimos las pequeñas pirámides de piedra, símbolo de buena suerte para el que las deja como recuerdo de su paso por esas tierras nórdicas.
Tuvimos durante todo el día cielo nublado, temperatura de +12°c. , pero el viento y la llovizna nos hacía sentir frío.
Después de haber zarpado de Geiranger a las 6 p.m., volvimos a recorrer el Sulefjorden en la dirección opuesta para dirigirnos hacia la salida del fiordo, lo que ocurrió hacia las 9 y 30 p.m. Una vez que salimos del fiordo tomamos ruta meridional en dirección al Mar Báltico.
Tuvimos esa noche la “Cena de Gala Arrivederci”, cuyo menú a cargo del Chef Ejecutivo Salvatore Palumbo fue el siguiente:
Carpaccio de trucha ahumada con aceite de oliva virgen extra y rodajas de pera.
Jamón, coppa, salchichón de Felino y masa de pan frito.
Tarta de patatas con tomate, espinacas y queso, acompañada por crema de lechuga.
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Pasta garganelli al huevo con salsa de guisantes.
Pasta cappelletti estofada con salsa de carne.
Sopa Tardura con caldo de carne.
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Dupla de lubina y gamba a la parrilla.
Conejo in porchetta relleno al estilo del Cesenate servido con papada de cerdo y hierbas.
Rosbif de carne de res al horno con jugo natural de carne.
Soufflé de espinacas sobre crema de patatas y queso parmesano.
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Lechuga romana, achicoria, ensalada verde, zanahorias, tomate, cebolla. Condimentos disponibles: vinagreta italiana o francesa, o salsa mil islas.
Selección de quesos: Puzzone Moena, Monte Veronese, Morlacco.
El Capitán Antonio Modaffari ofreció vino espumoso, con el fin de dar las gracias a los turistas por haber hecho el crucero y desearles un feliz regreso a casa.
Los dos camareros filipinos que atendían nuestra mesa de franceses cada noche en el Restaurante My Way, se mostraron fríos, distantes e indiferentes, como de costumbre, muy distinto a como se comportaban con las mesas ocupadas por los alemanes alrededor nuestro. Lo comentamos con las otras dos parejas de franceses y nadie pudo comprender cuál era la causa.
Esa noche, como todas las anteriores, fue de fiesta, había para todos los gustos y edades. Nosotros participamos en tres:
A las 8 y 30 p.m. fuimos a ver el espectáculo “Music”, con los cantantes y los bailarines «A. Arimba» en el Teatro Stardust. Una hora después participamos en el Baile del Grand Bar Rhapsody. Y para terminar la noche, a las 11 y 30 p.m. asistimos a la simpática “Notte in Maschera” en el Atrio Welcome.
Nos ocurrió lo acostumbrado… cuando ya conocemos a numerosas personas por haber compartido: cenas, excursiones, fiestas, etc., el viaje se termina.
En mi próxima carta te contaré el último día de este inolvidable crucero.
Un gran abrazo desde la espléndida Ciudad Luz, en pleno otoño, cuyos parques y los bosques que la rodean, ofrecen un bello espectáculo.
Te quiere siempre,
Félix José Hernández.
Foto: El fiordo de Geiranger, Noruega.

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