CÓRDOBA ETERNA
Dovelas rojas coronan
arcos de herradura,
ante la atenta mirada del azahar.
Sueños sirios
y ansias bereberes
se eclipsan ante la majestuosidad
romana que, de occidente a oriente
en Córdoba se encuentra,
bajo una grave corona visigoda.
Toledo y Constantinopla
ante tu atenta mirada.
El recuerdo de tus mozárabes,
aún con fatales lamentos,
abre ventanas que hacen
hablar a las piedras,
con cruces renombradas
por Eulogio y Speraindeo.
¡Honor a tus mártires!
La Hermandad del Via Crucis
derrama su solemnidad
ante la grandeza de la catedral.
Medina Azahara anuncia el cielo
que une el río Guadalquivir
y la Sierra Morena.
Las iglesias fernandinas
respiran ante Dios por Castilla.
Eres tierra de jotas y seguidillas.
Y tierra de fandangos,
alegrías y serranas;
tierra de soleá y temporeras;
tierra del zángano de Puente Genil;
la guitarra brilla siempre ante
tu sol de aceite y la sombra
de tus excelsos patios
con paladar de flamenquín.
Córdoba flamenca,
Córdoba de vino y aguardiente,
centro y cetro de las Andalucías,
cuna del Gran Capitán,
también tienes vocación indiana,
pues en ti terminó de arraigar
el Inca Garcilaso,
así como enviaste
a San Francisco Solano.
Córdoba torera,
en nombre de Manolete.
Córdoba pintora,
en nombre de Julio Romero de Torres.
Córdoba eterna,
deléitanos siempre
con Fosforito y Luis de Córdoba,
que tu nombre ibero y antiguo
pasa el tiempo a través
de los rumores de los
baños del califa.
Brille por y para ti
siempre el talento.
Sea la música
el espejo de tu gloriosa alma.
–Antonio Moreno Ruiz