El contubernio judeo-masón

Dice la voz del lobby judío, que es realmente quien manda y ordena en EE.UU,  por boca del tintado de rubio zanahoria Trump, que ahora, a partir de ya, por clara voluntad de muchos gringos que no saben geográficamente ni situar a Jerusalén, y puede que ni el mismo Trump lo sepa, el presidente de los más sobrado de votos Usa, que espejean la calidad de gente que por mayoría puebla EE.UU, que la citada ciudad va a ser la capital del Estado de Israel.
Y así, sin más, la España adelantada y culta, la España de Rajoy ya no va a tener parte de su territorio hipotecado en bajada de pantalones a los Usa, sino que, como nuestro rey Felipe VI, el jefe del Estado español, al cual nadie ha escuchado en público condenar con hechos de señalar con el dedo a ningún ladrón de los del erario público, es el Rey de Jerusalén, e Israel es el país, estado, o reino que manda en EE.UU, nosotros, la España que va de acierto en atino, volvemos a ser imperiales por la vía y mano agraciada de unos de los grandes estadistas que dispone la solemne sociedad mundial, que ha inventado las gorras con visera hacia atrás, y las camisas por encima de los jerséis, y la frase hecha hoja de ruta.
Las religiones, como ya lo estamos sufriendo, no son al dicho del prusiano Marx el opio de los pueblos, las religiones son un lastre que pesa en negativo sobre la felicidad de los hombres en esta vida, y como no ha vuelto ninguno restaurado de sus cenizas o de sus gusanos, aunque solo sea un pedacico, procedente de esa otra vida que tantos alardean conocer pero que nadie conoce ni ha estado, con seguridad que nunca nos van a dejar sacar los pies del plato en el campo de la felicidad inmediata de vivir con decencia y con máximo desarrollo de nuestro intelecto en lo referente al conocimiento.
A nosotros, aquí en esta España anticomunista, que el comunismo le cae al clero vaticano peor que una pulmonía porque lo pone a que se busquen su supervivencia a base de sus fieles sin chulear, con o sin gomina en el pelo, con o sin traje de rallas y abundancia de pulseras y collares de oro, de los presupuestos nacionales, cuando terminó la llamada Segunda Guerra Mundial ( nunca se quién cojones ha contado las guerras para contarlas tan mal y decir que solo vamos por la segunda) nos contaron una milonga campera que sigue circulando por los platós de las televisoras y los medios de comunicación escritos, que ya no sirven ni para liar el bocadillo de atún mañanero.
Aquello que se llamó el Plan Marshall, que mantiene y afirma el listico de google que fue una “ayuda” del pueblo gringo a la desbastada Europa por una cuantía de trece mil millones de euros (eso lo roban los políticos españoles, especialmente los peperos junto a sus socios sociatas en un solo año), como si hubiera sido a fondo perdido, desinteresadamente, porque son así de buenos y generosos los Usa, a la España de aquel entonces, en la que hubo amagos de trasladar los cementerios al centro de las ciudades y los pueblos para que la gente no sonriera ni pecara con el pensamiento tanto, no le llegó ni un dólar; pero no porque con la leche, el queso y la mantequilla de la “ayuda” gringa fuera suficiente, sino porque la estampa tan bucólica que se creó, no fue una pelufa de caña precisamente.
Niños pelados al rape que con relativa maestría nos limpiábamos el culo con una piedra. Niños al recreo de escuelas unitarias de niños o de niñas, donde el crucifijo, la foto de Franco y  Jose Antonio Primo de Ribera, solían ser los únicos utensilios modernos, porque los bancos venían de la época mala, malísima para el clero de la República, eran estampas que le dieron una estabilidad tremenda a la religión católica vaticana en España, y, ni comunismo ni leches en vinagre, cualquier aumento en la calidad de vida conlleva de inmediato un apartamiento del clero, y nunca, ni aún en los mejores tiempos inquisitoriales, el clero español ha disfrutado de un poder tan sumamente absoluto y total, que cuando el franquismo profundo, y todos a callar, le echaba la culpa de las hambrunas a la pertinaz sequia, y al contubernio judeo-masón.
Por eso uno, superviviente de aquellas mentiras diarias que se está repitiendo ahora que corren unos tiempos donde hasta los coches son iguales de forma y de color, donde el tatuaje nos está devolviendo a la tribu, donde ya no tiene gracia ninguna la gorra con la famosas iniciales de la capital cultural del mundo, Nueva York, es donde uno no llega a entender si los enemigos del fascismo eran los judeo-masones, como coño ahora el capitalismo fascista está decididamente apoyando a los judíos.
Y claro, que no nos salgan ahora los vaticanos diciendo que ellos no son fascistas capitalistas ni socios del Trump.
Que todo podría ser.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

Salir de la versión móvil