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Control e ineficacia, las dos caras del enfrentamiento a la Covid en Cuba

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José Gabriel Barrenechea.

En Cuba no ha sido la atención médica, ni los medicamentos cubanos prodigiosos, lo determinante en que ha poco más de tres meses de reportarse los primeros casos se haya podido disminuir el número de activos confirmados hasta casi hacerlos desaparecer.

Esto se evidencia en que si bien se ha conseguido contener a la Plaga hasta el punto de limitar el total de contagiados a un 0,02% de la población de la Isla, la letalidad de la enfermedad ha permanecido no obstante relativamente alta. Cuba, a pesar de tener muchos menos contagiados que otros países, y de haber operado por tanto muy por debajo del umbral del colapso, exhibe un índice de letalidad superior al 3,7. Lo cual la sitúa aproximadamente hacia la mitad, pero del lado de la mitad de peores resultados, en una tabla de letalidad mundial por países; y en el lugar 18, entre los 35 países del Hemisferio Occidental.

La realidad es que lo que ha sido relevante en el caso cubano tiene que ver con aquello con lo que el régimen sabe hacer mejor: vigilar, aislar, investigar cadenas de contactos…

En Cuba se ha mantenido un control minucioso de la población, y sobre todo de los arribantes desde el exterior, a la caza de contagiados. A estos, una vez detectados, se los ha internado de inmediato en los mejores hospitales, destinados por entero solo al enfrentamiento de la enfermedad. Mientras que a todos los posibles contactos de los mismos se los ha obligado a dejar sus hogares para aislarse en instalaciones mal preparadas, del tipo campos de concentración, hasta que una posterior prueba ha demostrado o haber sido contagiados, o estar sanos. En cuyo caso se les permite volver a casa, aunque bajo estricta vigilancia de las autoridades epidemiológicas.

Es gracias a este radical procedimiento de reclusión, y a la constante vigilancia, en un país en que normalmente el Estado tiene una gran experiencia en lo de vigilar a sus ciudadanos, que se ha logrado cortar las cadenas epidemiológicas, y por tanto poner a la epidemia muy cerca de desaparecer del país.

Pero en cuanto al parámetro que propiamente permite medir la eficiencia de la atención médica, la efectividad de los procedimientos y de los medicamentos empleados, la letalidad, ya no puede decirse lo mismo.

La letalidad en Cuba es inusualmente alta, incluso si se la compara con países como España e Italia. Ya que si bien allí es incuestionablemente más alta en relación a los casos confirmados, ahora se sabe por estudios de la presencia de anticuerpos a la enfermedad, desarrollados en esos dos países, que el número total de contagiados ha sido por lo menos diez veces superior al de confirmados. Y por tanto los índices de letalidad real han disminuido también en diez veces.

Estos estudios, por cierto, también Cuba los ha hecho, mas se niega a publicar sus resultados. Lo cual, dada la incomparablemente mayor efectividad de la vigilancia y el control epidemiológico aquí, con respecto a casi cualquier otro país del mundo, excepto China, nos lleva a sospechar que los mismos no han sido muy halagüeños, y que incluso con los datos suministrados por esos estudios el índice de letalidad cubano sigue sin ser presentable. O, aun, que empeora.

En definitiva es incuestionable que el índice de letalidad en Cuba es comparativamente demasiado elevado. Sobre todo si tenemos en cuenta que el sistema de salud cubano ha enfrentado la Plaga, gracias al sistema de vigilancia, y aislamiento obligatorio en campos de concentración, muy por debajo del límite de sus posibilidades.

Por ejemplo, para que se entienda mejor: Perú, un país que supuestamente tiene un sistema de salud incomparablemente por debajo del cubano, con su sistema más allá del límite del colapso, con 10 veces más casos que Cuba, mantiene un nivel de letalidad comparable al de Cuba. O que Rusia, con un sistema de salud al cual tras el colapso de la URSS los ciudadanos le temen por su pésima eficiencia, tiene hasta ahora medio millón de casos confirmados, y solo 6 000 decesos, para un índice de letalidad ligeramente superior a 1. Más de tres veces menor que el de Cuba.

La realidad es que un análisis somero de los propios datos de la epidemia en Cuba, entregados por el propio régimen, deja sin sentido todo el triunfalismo que La Habana destila en las declaraciones de los jerarcas, o de los periodistas de sus medios de propaganda oficial: Cuba sólo puede gloriarse de su sistema de vigilancia y control sobre la población, pero no de sus procedimientos y medicamentos prodigiosos. Los datos concretos, someramente estudiados, lo que nos hablan es de la ineficacia de estos últimos.

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Firmas

  1. Tu análisis de letalidad está mal. Tienes que compararlo analizando los casos activos. Hay muchos enfermos en Perú que aún no han muerto.

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