El 9 de julio de 1920 el acorazado «Alfonso XIII» anclaba en el puerto de La Habana (Cuba). Era el primer buque de guerra español que lo hacía tras la independencia de Cuba en el año 1898. Se calcula que unas 50.000 personas recibieron a este barco en medio de un entusiasmo delirante.
El Alfonso XIII, renombrado España en 1931, fue el segundo de una serie de tres acorazados construidos por España a principios del siglo XX. Con el advenimiento de la Segunda República se le cambió el nombre por el de España, tanto para eliminar cualquier vestigio de la depuesta monarquía, como para que volviera a llevar el nombre de España el buque insignia de la escuadra española, tras la pérdida del cabeza de su serie en 1923. Los tres recibieron el nombre genérico del cabeza de serie, por lo que se les llamó los acorazados Clase España. Su construcción tuvo lugar en Ferrol.
Recordar que el buque tenía una relación muy especial con Cuba, ya que la bandera de combate le había sido entregada en 1914 en el Ministerio de Marina por la Asociación de Dependientes de Comercio habanera.
La entrada en La Habana fue apoteósica. Al igual que en el caso de la Nautilus, el número de personas que querían ver al acorazado desbordaba el paseo del Malecón. Del diario La Vanguardia del 14 de julio extraemos una muestra de lo que fue el recibimiento:
«… Centenares de embarcaciones engalanadas con banderas y guirnaldas salieron al encuentro del acorazado. En dichas embarcaciones iban comisiones de todos los centros y entidades.
El Alfonso XIII rindiendo honores reglamentarios en su entrada a la capital antillana. Fue el primer buque «de combate» que llegó a la isla tras la guerra.
En el remolcador Habana iba el comité de festejos, presidido por el ministro plenipotenciario de España señor Mariategui. En el remolcador Hércules iban los representantes de la prensa.
Las embarcaciones, entre ellas muchas ocupadas por estudiantes, rodearon al acorazado. Los ocupantes de estas embarcaciones vitoreaban a España y a Cuba. Sobre el Alfonso XIII voló un aeroplano pilotado por la aviadora Mlle. Hervieux, que lanzó desde lo alto ramos de flores con los colores de la bandera española.
Los representantes del gobierno y las autoridades fueron a bordo del acorazado para dar la bienvenida a los marinos españoles…»
Se efectuaron numerosos actos de homenaje a la dotación y el día 13 tuvo lugar un baile en el Gran Casino de la playa de Marianao. El 31 de julio se celebró a bordo del Alfonso XIII una recepción de despedida y agradecimiento por el trato recibido durante la estancia en la capital cubana.
Muchos fueron los recuerdos que se llevó el buque de La Habana. Al igual que en el caso de la Nautilus, se imprimieron numerosas postales y existe una película sobre la estancia del acorazado en la ciudad donde se ve de forma muy explícita lo que fue el recibimiento. Muchos de esos recuerdos fueron materiales, como la gramola que se encuentra en la biblioteca del Club Naval del Montón en Ferrol. Otros, artísticos, como el danzón que se compuso en recuerdo de la estancia. Los más importantes fueron espirituales: el cariño que los cubanos regalaron a los marinos españoles.