Foto: Mi esposa Marta en casa de Mauricette.
París, 23 de julio de 2020.
Querida Ofelia:
Cuánto he sentido que Vd. y su familia no hayan estado con nosotros y nuestros amigos para celebrar estos largos 38 años de Libertad.
Usted siempre nos ha acogido como si fuéramos miembros queridos de su familia, con esa simpatía y ese calor característicos de los Beaumont.
Quiero darles mis más sinceras gracias en nombre de mi familia y de mis amigos por todas sus muestras de cariño y simpatía a lo largo de estos años de sincera amistad.
En nombre de esta amistad, me permito aclararle varias cosas que VD. no sabe.
El día de la fiesta del cumpleaños de Charles, su gran amigo turco me manifestó su enorme admiración por los Castro. Yo por respeto a su casa me quedé callado y opté por abandonar la fiesta; ésta fue la causa por la que no asistí al cumpleaños siguiente ni a la fiesta del 31 de diciembre.
Mis principios morales me impiden compartir la mesa y la fiesta con quien admira al régimen que desde hace más de medio siglo mal gobierna mi país con puño implacable de hierro.
¿Sabe acaso este señor que somos más de dos millones los refugiados cubanos? ¿Sabe este señor que cientos de cubanos han sido fusilados por el régimen comunista cubano que él dice admirar? ¿Sabe este turco que numerosos cubanos han muerto en el Estrecho de la Florida huyendo del régimen de los Castro?
Le pido por favor que comunique al señor turco, mi simpatía ilimitada por los armenios y los kurdos, ambos pueblos aplastados por el régimen que gobierna Turquía.
Si lo desea, él podrá leer los informes publicados por Amnistía Internacional, sobre la aplicación de la pena de muerte en Cuba.
Por otra parte, a pesar de su extrema amabilidad al ofrecerme su casa para celebrar estos 38 años de Libertad, gracias a este país maravilloso de tolerancia que se llama Francia, decidí mentir y decirle que la haría en casa de la familia Bourgarel por estar ésta más cerca de nuestro hogar. Sin embargo, la causa real es otra, yo no puedo invitar a su casa a mis amigos armenios, kurdos y griegos. Eso podría provocar un incidente diplomático. A casa de la familia Bourgarel puedo invitar a todos los amigos sin distinción de origen, religión o ideas políticas.
Pero lo que más pesó en la balanza fue la imposibilidad de invitar a su casa a mis amigos cubanos, muchos de los cuales estuvieron en las cárceles castristas y fueron víctimas de una forma o de otra del tirano cubano. ¿Por qué? Pues simplemente porque su hijo Charles ahora pertenece a una asociación de «amistad» con el régimen cubano y participa en La Habana en manifestaciones en apoyo a ese abominable régimen que ha destruido a nuestro país, a nuestras familias y a nuestros amigos.
El hecho de ser antiamericano no justifica tal actitud, para nosotros es la más grave de las ofensas. Es cierto que los funcionarios cubanos en París, regalan cajas de habanos y hacen invitaciones a Cuba a los mejores hoteles o a las casas del exclusivo reparto Siboney, ex Biltmore.
Actualmente sólo apoyan al régimen cubano los hombres de negocios que van a explotar a los cubanos y la «gauche caviar» o los que aspiran a formar parte de ella. En Cuba hay magníficos campos de golf y playas sólo para extranjeros.
Los Derechos Humanos son Universales. Durante numerosos años Francia, así como Europa completa, condenaron en la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de Ginebra, al gobierno cubano. Al mismo tiempo Charles se solidariza con ese repugnante régimen.
Yo no puedo estrechar la mano a quien se la ensucia estrechándola con los representantes de los torturadores y verdugos del pueblo cubano.
Usted y su familia quedarán siempre entre nuestros mejores recuerdos de este exilio. Cuando Cuba sea Libre y pueda regresar, en mi casa siempre habrá una bandera francesa, símbolo de la Libertad.
Charles, utilizando el eslogan del régimen cubano, llama a los dos millones de exilados cubanos «la Mafia de Miami», él debe saber que en esa ciudad viven mis mejores amigos de infancia, adolescencia y juventud, así como muchos miembros de mi familia y de la de mi esposa.
Él llama a la familia Bourgarel «integristas católicos», algo completamente falso, son todo lo contrario, es una familia discreta, reservada, que a cambio de nada, llevan más de treinta años ayudando a los refugiados cubanos a encontrar trabajo, alojamiento y un lugar de paz. Muchas familias cubanas les deben mucho por su apoyo moral y material. Son católicos practicantes, como nosotros, lo cual no es una deshonra, al contrario.
Mauricette, le pido por favor que no responda esta carta, sepa que la queremos mucho, así como a su bellísima familia, pero las actividades de su hijo Charles hacen imposible continuar nuestra amistad con él, lo cual para usted, madre al fin, no le será fácil comprender.
Trate de perdonarme si se siente ofendida, no ha sido mi objetivo.
Félix José Hernández.
Nota bene: Esta crónica aparece en mi libro «Memorias de Exilio». 370 páginas. Les Éditions du Net, 2019. ISBN: 978-2-312-06902-9