-Por Rafael Merino Piedra
Los barcos norteamericanos dedicados al contrabando de bacalao, armas, dinero…, compaginaban esta actividad con el corso. Bilbao era el puerto de escala preferido de estos corsarios, cruciales para el esfuerzo de guerra norteamericanos. El coste fue terrible, ya que de los 1.697 barcos armados en corso a lo largo de la guerra, el 68% acabaron hundidos o apresados por la armada británica. Entre los corsarios norteamericanos más famosos cabe destacar al capitán Johathan Haraden, que de niño trabajó para el comerciante George Cabbot de Salem.
En abril de 1780, zarpó hacia Bilbao con un cargamento de azúcar al mando de la modesta fragata General Pickering, de 14 cañones de pequeño calibre y 45 tripulantes. Al anochecer del día 3 de junio se encontró en el golfo de Vizcaya con el buque corsario británico Golden Eagle, de 22 cañones y 60 tripulantes. Valiéndose de la poca visibilidad y del temor que los ingleses sentían de los corsarios norteamericanos, Haraden le conminó, bajo amenaza, a que se rindiera. Así, el corsario británico fue apresado sin un solo disparo.
Yendo hacia Bilbao, Haraden de nuevo se topó con otro corsario británico, la Aquiles, equipada con 42 cañones y 140 tripulantes, y Haraden tuvo que abandonar su presa, el Golden Eagle.
Al día siguiente, miles de espectadores se fueron congregando en el Abra de Bilbao, muchos de ellos en pequeñas embarcaciones de pesca, botes y chalupas, para ver en directo el combate entre Haraden y la Aquiles, que resultó uno de los más dramáticos de toda la guerra. Haraden maniobró con gran pericia entre las barras de arena del Abra.
Tras un enfrentamiento artillero de tres horas, Haraden derrotó ampliamente la Aquiles que acabó huyendo. Entre los vítores de los miles de espectadores, represó a la Golden Eagle y la condujo a Bilbao, escoltada por la flotilla de pequeñas embarcaciones.