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Beirut, otra vez

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Todo empezó hace mucho tiempo, tanto…


Hace muchos, muchísimos siglos, esas tierras que acaban de conocer el horror y la muerte se llamaban Fenicia y conocían el comercio. Después, fueron, como tantos otros lugares de la zona, cruce de civilizaciones: asirios, persas, griegos, romanos, árabes, cruzados… hasta que finalmente, el territorio cayó en manos de los otomanos en el siglo XVI. Cuatro siglos permanecieron allí los turcos otomanos. Pero también el Imperio Otomano estaba destinado a desaparecer, y antes de que lo hiciera, al terminar la Primera Guerra Mundial, en las cancillerías europeas ya hacía tiempo que se pensaba en cómo repartir la inmensa extensión territorial que quedaría vacante de dominio cuando desapareciera el Imperio Otomano. Tras la Primera Guerra Mundial, en 1918, vencidos los Imperios, llegó el momento de hacerlo.

Antes, durante el curso de la Guerra, los ingleses, para ganar la misma en la zona, necesitaban el apoyo de los árabes contra los turcos. Por esa razón no tuvieron inconveniente alguno en contactar con el Jerife de la Meca, Hussein Ibn Ali, de la familia de los hachemitas, es decir, descendiente directo de Mahoma, a quien prometieron el reconocimiento de un Estado árabe unificado en la zona a cambio de que prepararan y llevaran a cabo la rebelión árabe contra el Imperio Otomano, rebelión que se produjo en 1916 y en la que participó Thomas Edward Lawrence, el mítico Lawrence de Arabia.

Pero, mientras se libraba la guerra, el Reino Unido y Francia, que se necesitaban también mutuamente para ganar la misma, tomaban sus secretas decisiones. Así en 1916 acuerdan secretamente en los llamados Acuerdos Sykes Picott repartirse el territorio que los ingleses habían prometido a los árabes: el Reino Unido sometería a su influencia lo que entonces se llamaba Palestina, territorio que incluía lo que hoy conocemos como Israel, Cisjordania, la parte sur de Siria a la que luego llamarían Transjordania, e Irak. Francia, por su parte, ejercería su influencia sobre lo que hoy conocemos como Siria y Líbano, región en la que ya llevaba décadas de presencia con la excusa de haber acudido allí hacia 1860 para proteger a cristianos atacados por drusos.

Pero ello no impidió que mientras tanto, mediante la Declaración Balfour de 1917 los ingleses prometieron también al segundo Barón de Rochtschild, jefe de la Comunidad Judía en Gran Bretaña, la creación de un Hogar Nacional Judío en Palestina. Este fue el primer apoyo que recibió el sionismo creado por Theodor Herlz en la última década del siglo XIX.

Cuando acabó la guerra, los compromisos más beneficiosos eran los establecidos entre Francia e Inglaterra que consiguieron oficializarlos mediante la concesión de Mandatos para la administración de aquellos territorios acordados en la Conferencia de San Remo de 1920 y ratificados por parte de la Sociedad de Naciones, recién creada en 1919, al término de la Guerra.


Así los ingleses obtuvieron el Mandato de Mesopotamia (referido a lo que hoy es Iraq y en el que se comprendía las ciudades de Basora, Bagdad y Mosul), y el Mandato de Palestina que entonces se refería imprecisamente a lo que hoy es Israel, Cisjordania, la franja de Gaza y Transjordania (actual Jordania).


Francia obtenía el Mandato de Siria y Líbano, magnífica zona costera con puertos de gran importancia comercial.

Vamos, casi lo de siempre, salimos del dominio turco y entramos en el colonialismo anglofrancés. Así parece que es la vida, así ha sido en Oriente Medio.

Del Estado prometido a los árabes… de eso se iniciaba un camino errático, pero es también cierto que entre éstos era más fuerte el sentimiento de clan, asalto y botín que el nacional.

Pero se trató de hacer algo.

Lo primero que se creó fue el reino del Yihaz (actual Arabia Saudí) al inicio de la rebelión árabe, pero en una tierra que estaba al margen de repartos y Mandatos. Era un anticipo, la manera de retribuir a los árabes su rebelión contra los turcos en ayuda de los europeos. El reino de Yihaz, al lado derecho del Mar Rojo, en la península arábiga, alcanzaba las ciudades de la Meca y Medina, y contaba con infraestructuras estratégicas como el ferrocarril de Yihaz (de Damasco a Medina y con previsión de llegar más al Sur, a la Meca), que estuvo activo entre 1908 y 1916, pero que fue atacado y descarrilado por la Revolución Árabe, y que en aquellos momentos estaba ya fuera de servicio pues lo había desactivado para que los turcos no lo aprovecharan para reforzar a sus tropas en la región.

Ese reino de Yihaz fue entregado al Jerife de la Meca, 1916-1924, y a su hijo Alí , que se quedó allí y le sucedió cuando abdicó en 1924 aunque apenas pudiera regentar el reino un año más.


Como mientras tanto el sultanato del Imperio Otomano era abolido por el emergente Mustafá Kemal “Ataturk”, el emir-rey del Yihaz blandió su condición de hachemita para proclamarse Califa. Y con ese título vivió hasta su muerte en 1931.


Pero como rey de Yihaz, Husseis abdicó muy pronto, en 1924, en su hijo Alí quien apenas un año después fue destronado, y ambos, padre e hijo, expulsados del reino de Yihaz por sus vecinos saudíes a las órdenes del propio Sultán del Nechd, en la península arábiga, quien les arrebató el reino ante la pasividad inglesa para instalarse allí como dinastía y crear junto a su originario Sultanato del Nechd, de donde procedían, el actual reino de Arabia Saudí.


Hussein se exilió en Amman (la Transjordania de entonces, la Jordania de ahora), donde su segundo hijo, Abd Allah, ya era emir desde 1923, y donde, perdida la razón, murió pocos años después. Ali, el hijo primogénito también destronado, se exilió en Bagdad donde murió en 1935.

A los otros hijos de Hussein Ibn Alí se les dieron otras compensaciones ya que el unificado reino árabe no aparecía por parte alguna:

A Abd Allah Hussein, el segundo hijo, le hicieron en 1923 emir de Transjordania, las tierras situadas al otro lado del Jordán que el Mandato acababa de separar del resto de Palestina. Allí se exilió su padre, Hussein, cuando fue depuesto por los saudíes. Años después, en 1946, poco antes de ser asesinado, Abd Allah pasó a ser rey, en lugar de emir.

Faysal, el tercer hijo de Hussein que, ayudado por su amigo T.E. Lawrence, fue el líder de la Rebelión Árabe, se preparó para desde Bagdad liderar el proyectado pero difuso Estado Árabe unificado prometido a su padre. Pero Francia que ejercía el Mandato Francés sobre la Gran Siria (la actual Siria y Líbano) le rechazó como rey pues esa zona costera era de vital importancia comercial y estratégica para Francia. Los ingleses, que ostentaban el Mandato sobre Mesopotamia, le hicieron entonces rey de Iraq, pero reservándose el mando. Feysal murió en Suiza en 1935, poco antes de que su amigo de juventud y colaborador en la Rebelión árabe de 1916, Lawrence de Arabia, encontrara la muerte también al estrellarse con su moto después de salirse de una carretera inglesa en 1935.

Desaparecida pues la posibilidad del Estado único árabe, los distintos mandatos siguieron diversas suertes. A efectos de estas líneas el que nos interesa es el de Francia que desplegó su tutela sobre la ciudad que hoy nos interesa, Beirut.

Durante su Mandato sobre Siria y Líbano, Francia fragmentó el territorio y creó los nuevos Estados de Siria, Líbano y la provincia autónoma de Hatay, pero siempre contó con la hostilidad de la población.

En 1943, Líbano consiguió su independencia como Estado estableciéndose como la moderna República del Líbano, con un sistema político basado en el entendimiento entre las distintas comunidades religiosas que lo poblaban. Finalmente, en 1946, Francia abandonó totalmente el territorio.

Líbano entró entonces en una época de desarrollo, progreso y tolerancia que duró hasta los años 70. En esa fecha, la OLP que había sido expulsada de Jordania, se estableció en Beirut y desde el Sur del Líbano perpetraba sus ataques contra Israel. Esta presencia hizo aflorar la hostilidad entre la población de cristianos y musulmanes y los enfrentamientos constantes se desataron en una Guerra Civil sin remisión hasta que en 1982 Israel invadió el Sur del Líbano. Allí permaneció hasta el año 2000. Pero la frontera sur del Líbano, dominada por las tropas de Hezbolá, organización que surgió contra Israel ese mismo año de la invasión israelí, siguió siendo vulnerable para los israelíes que penetraron en el Líbano de nuevo en 2006 y bombardearon gran parte de las infraestructuras del país. Se produjo entonces la gran crisis de los refugiados, la gran crisis política, la gran crisis económica… Líbano estaba arruinado.

Y así estábamos, en esa ruina de la que no se salía, cuando se han producido las explosiones de nitrato de amonio en el puerto de Beirut. La Historia, los que la dominan, trazan líneas a futuro que se tarda generaciones en recorrer mientras los seres que las constituyen malviven y mueren entre desplazamientos, guerras, y esperanzas de cambio que tardarán también generaciones en llegar. Y mientras tanto, ese soplo que es la vida humana, cada una de las nuestras, desaparece engullida en las aventuras de poder que otros montaron, en este caso, cien años atrás.

Y aquí nos detenemos, otro día si hay tiempo y ganas, seguiremos con la Historia que arranca de aquellas cancillerías que se repartían territorios de los que despojaban a otros, que engañaban a unos y otros prometiendo a todos lo mismo, que concretaron finalmente sus intereses en forma de Mandatos bendecidos por organizaciones internacionales… hablaremos de los otros Mandatos, el de Mesopotamia (Irak), el de Palestina (Israel, Cisjordania, Gaza). Pero eso es ya otra historia o quizá no, quizá, al fin y al cabo sea parte de la misma historia.»

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