Bajaron: la barba crecida, el fusil caliente

Pero lo mismo que el descafeinado no es café, una revolución no es revolución si socialmente va a dejar las cosas como están

Y cuando bajaron de la Sierra Maestra, personalmente me hubiese gustado que aquellas admiradas gentes hubiesen llevado por bandera la que se materializó entre majaguas en la estancia Demajuaga por un grupo de revolucionarios, probablemente en número menor que en ocasiones anteriores, como en la de Joaquín Agüero, en julio del año de 1.851, en el Camagüey, en el sitio de San Francisco del Jucaral, donde se redactó oficialmente la primera acta de independencia de Cuba.
Pero lo mismo que el descafeinado no es café, una revolución no es revolución si socialmente va a dejar las cosas como están y lo único que se trata es de que en vez de que el obispo de Guatemala deje el poder para la que lo coja el de Guatepeor, o a la inversa; una revolución, como la que España tenía en marcha en los años treinta del siglo pasado hasta que se le tiraron encima todas las tropas de los “cruzados” del norte de Marruecos y el capitalismo mundial, incluidos avales (dinero no, dinero es sagrado para el clero) vaticanos para que no faltara ni una sola bala para acabar con los ilusos españoles que querían dignificar al jornalero y los jornales, y hacer una sociedad cien por cien laica.
La bandera, aunque algunos países empiezan y acaban en ella, como los Usa, es solo lo que es; y se puede subir o bajar a los altares, porque es un pedazo de trapo, al fin y al cabo, enhiesto para que dentro de la enorme afición que tenemos los humanos de pelearnos y matarnos, sirvió para indicar dónde no se debía degollar; y quiénes eran los buenos y no debíamos darle pasaporte.
Los cubanos conocen perfectamente que lo del nacido en Caracas que fue oficial y alto jefe del ejército español, y cubano de adopción, Narciso López Urriola, que a la quinta vez de su intento invasor de Cuba tuvo la desdicha de ser ajusticiado por el colonialismo de Madrid, la independencia que tenía preparada realizar en Cuba con la ayuda al principio de los camagüeyanos que aglutinó en torno suyo el dicho Joaquín Agüero, era una independencia al estilo dicho de cambio de mitra de obispo; pero nada más, y la bandera por tanto de ese intento de cambio, no debería de ser, a mi entender, la bandera oficial de Cuba, sino que en la Sierra Maestra se debería de haber anulado e izado para siempre la significativa bandera de Yara, la de Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, la de Bayamo, la de la Cambula, o como quiera denominarse.
Lo de Céspedes sí que fue el inicio de un largo camino revolucionario social y separatista de la metrópolis España, que trucó lo existente en Cuba y agitó leyes de las que de siempre le han gustado y le gustan a rabiar al sistema. Y aunque está claro que la esclavitud todavía no la hemos abolido, por lo menos a nivel de leyes no está protegida, aunque haya sociedades enteras, como la española actualmente, que en votación libre, porque el voto interesado se lo indique, vayan en manada a demandar que quieren seguir sirviendo al señorito y que éste le endiñe jornales de caca seca y jornadas el doble de lo que se estipuló en el Reglamento de Libertos de Cuba de 1.869, de nueve horas de trabajo diarias.
Entre los múltiples razonamientos que te esgrimen los del voto cautivo al sistema, claros partidarios felices de ver a los perlados desfilando en rica procesión, o las bancadas de las cámaras lleneticas de dependientes de los señoritos, es que los ricos no roban porque ya son ricos y no necesitan el dinero. Y cuando se les gasta de tanto usarlo el dicho estúpido razonamiento, pronto desde los medios de comunicación, especialmente desde el gran amansador capador que es la tele, les brindan otra frase hecha para que se la aprendan y la repitan porque a los del voto cautivo sin reflexión, les da esplendor.
De nada vale la confusión histórica que se ha querido propagar en crónicas interesadas que porque Narciso López llegó a conocer y mantuvo conocimiento y amistad con el padre de los grandes revolucionarios, los Maceos, con el santiaguero Marcos Maceo, o con el abuelo del general Calixto García, el también Calixto y García, aquello que iniciaron unos cubanos en el sitio de San Francisco del Jucaral, en principio mucho mejor para Cuba que lo que había rigiendo, una cosa no quita la otra. Pero, lo hermoso en dignidad social que se gestó, parece mentira con lo güevones que suelen ser los cubanos, en Cuba muy por delante su sociedad de la inmensa mayoría de todas ellas de su entorno y de Europa, en mi apreciación personal parece ser que tiene una mayor y mejor representatividad en la bandera cubana de cuarterones que izó Céspedes, que se quiera o no, fue el precursor de que la esclavitud y con ella el racismo, se aclarara y mucho y mejor que en otra parte, en la isla de Cuba.
Y esa honrosa primicia que goza la figura de mi admirado Céspedes, nadie se la puede arrebatar.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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