Auto de fe de los nuevos inquisidores

París, 2 de julio de 2018.
Querida Ofelia:
“Allí donde se queman los libros se acaba por quemar a los hombres”. Heinrich Heine
¿Quién lo hubiera podido imaginar en pleno siglo XXI? La Historia se repite. La cacería de brujas y las obras de los herejes son destruidas.
En el año 1184 la Iglesia católica decidió que había que condenar a los herejes a la hoguera, así el cuerpo no podría resucitar para estar presente en el Juicio Final.
La Santa Inquisición quemó a muchos. Según el historiador Hernando del Pulgar, solo en la actual España fueron quemadas unas dos mil personas en 1490, bajo el reinado de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla… ¡Los Reyes Católicos!
En el siglo XX las bombas incendiarias lanzadas desde unos 600 aviones aliados sobre Hamburgo y Dresde, ciudades donde ya solo quedaban mujeres, niños y ancianos, provocaron un gigantesco Auto de fe, donde murieron quemadas unas 300 000 personas.
Y ahora en pleno siglo XXI los nuevos inquisidores del ghetto, los monopolizadores de “la verdad”, destruyen las obras de artistas que cometen el “pecado” de no compartir sus opiniones o hacer disfrutar de su arte a las personas que viven en Cuba.
A continuación te reproduzco un mensaje que publicó al respecto en su página de Facebook, mi hermano desde Italia:
“La intolerancia y la llamada intransigencia las lleva el cubano en el DNA a fuerza de tanto oírlo día a día por todos los medios imaginables en Cuba. ¿Por qué motivo no puede el cubano que vive en la isla escuchar y ver a Laura Pausini? ¿Por qué esos que están afuera abanderando la intolerancia hacia la Pausini no tuvieron lo que habría que tener para protestar públicamente en Cuba cuando venía un cantante del este de Europa a Cuba y nos lo daban por todos los medios habidos y por haber como la medicina para el catarro? No por favor, es muy fácil hablar desde afuera.
Me fui de Cuba y no «tuve lo que hay que tener» para sublevarme, como la inmensa mayoría de los casi tres millones de cubanos que vivimos afuera. Me prohibieron la música extranjera y me quedé callado como todos los cubanos que hoy gritan e insultan a la Pausini en el extranjero.
La directora del preuniversitario del Vedado nos cortaba las patillas a los varones y descosía los dobladillos a las hembras y nos quedábamos callados. Oíamos la WQAM de Miami y la KAAY de Little Rock con su famoso Beaker Street der Clyde Clifford a medianoche por la onda media repleta de interferencias, con miedo a que se supiera que oíamos esas emisoras. Nos quitaron la música en inglés y me quedé callado, me prohibieron a Julio Iglesias, a José Feliciano, a Luis Aguilé, a Roberto Carlos, y nunca supe por qué me los quitaron, y me quedé callado, como la inmensa mayoría de los cubanos.
Me alegré cuando Billy Joel, Rita Coolidge, Roberta Flack, el grandísimo Gipsie Gillespie, cuando vinieron una noche a cantar a Cuba en el teatro Mella, antiguo Rodi, en la calle Línea, y pude entrar porque trabajaba entonces en el Ministerio de Cultura, y me alegré, canté y bailé. Me alegré cuando vino Sergio Endrigo al Festival de Varadero 67, cuando vinieron Los Mustang, cuando vino Massiel entonces, cuando vino Serrat, en fin, me alegré cuando supe que vendrían los Rolling Stones, quienes me habían sido prohibidos cuando era joven, tenía pelo negro y ganas de bailar.
Si nunca protesté públicamente en Cuba y simplemente traté de sobrevivir hasta que me subí al avión para siempre con mis hijos y mi esposa, lo menos que puedo hacer es respetar a todo el que se inmoló literalmente y lo hizo. Opté como la inmensa mayoría por callarme e irme, para que quien ama aquello estuviera a sus anchas y feliz a su manera, pues yo necesitaba pensar, opinar, expresarme y respirar otros aires, era lo que me faltaba en nuestro país.
No me fui de Cuba por tener pitusas o vaqueros, pues nada de eso me faltaba. ¿Por qué motivo tendría que llenarme ahora la boca para gritar, para aplaudir la destrucción de discos, para insultar a una cantante italiana que es una persona decente, valiosa estrella del pop en el mundo? ¿Por qué razón tendría que aplaudir la prohibición de cosas y más cosas a los cubanos que viven en Cuba? Me alegra mucho, muchísimo que los cubanos que viven en Cuba hayan podido ver a Laura Pausini, quien desde muy joven siempre había soñado con cantar en nuestro país, que es nuestro, que se sepa, para los que están dentro y para los que están fuera de él. Dudo que muchos de los que gritan de ese modo hoy en día desde el extranjero tendrían «lo que hay que tener» para coger un avión de los tantísimos que viajan día a día a Cuba desde los Estados Unidos para manifestar de ese modo en las calles de La Habana.
Me da vergüenza, sabiendo que Laura es una persona decente, que se haya levantado esta nube de polvo en torno a su presencia en Cuba. Estoy muy feliz al ver que ha abrazado nuestra querida bandera, que es de todos los cubanos. Es un espectáculo amargo y repugnante el que vimos ya con los discos aplastados en plena calle en Miami, lo cual demuestra ante el mundo civilizado solamente una ignorancia abismal, y punto, es horrible que ese espectáculo haya llegado hacia todas las televisiones del mundo, qué pensarán de los cubanos.
Gracias a Dios, lo único que comparto con esas personas es el lugar de nacimiento, pues no se puede decir ni el idioma, pues muchos de ellos ya el español que hablan da hasta pena, amén de la horrenda ortografía, digna de la más profunda ignorancia e incultura. Es una caricatura de la Noche de Cristal del nazismo alemán contra los hebreos, es una macabra repetición de las quemas de libros por los fascistas, no hay palabras para describir una vergüenza de tal envergadura, gravísima vejación a la cultura.
Me horroriza pensar que el pensamiento del Maestro, José Martí sea pisoteado de modo infame. Recuerden, si les queda algo de cerebro, que el Maestro murió en Dos Ríos soñando con una Cuba CON TODOS Y PARA EL BIEN DE TODOS. Realmente me entristece la idea de que tal intolerancia y barbarie sea el futuro que la vida prepare para Cuba. Ninguna persona decente podría sentir placer al ver semejante derrumbe, que Dios nos ampare.” Juan Alberto Hernández
Como alquilar una pequeña aplanadora no debe de ser muy económico, me pregunto si llegará el momento en que se utilizarán unas botellas de alcohol y fósforos, para realizar un espectacular Auto de fe en plena calle Ocho, con la quema de libros de escritores que no les sean de su agrado a los nuevos inquisidores. Las imágenes que serán vistas en los noticieros de las televisiones europeas, seguirán confirmando la ya detestable y falsa fama de los cubanos exiliados, creada por esta minoría intolerante.
Pero al igual que pasó con el desfile de Chanel en el Paseo del Prado de La Habana. Quizás me quede esperando, pues si las damas cubanas no llevaron a la calle Ocho sus trajes, joyas, pieles, perfumes, carteras, etc., de la lujosa marca gala, para ser destruidos por la aplanadora, creo que los amantes de la gran literatura, tampoco llevarán sus libros a la hoguera.
A los nuevos inquisidores, para la gran hoguera, solo les quedaría la posibilidad de comprar en ediciones de bolsillos obras de:
Antonio Machado, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Garcؙía Lorca, Jean-Paul Sartre, Françoise Sagan, Marguerite Duras, Simone de Beauvoir, Emile Zola, Louis Aragon, Jules Michelet, Charles Péguy, André Malraux, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz, Miguel Angel Asturias, Leonardo Padura, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Sibilla Aleramo, Giuseppe Bartoli, Giorgio Bassani, Piero Calamandrei, Giovanni Capuzzo, Giuseppe Colzani, Franco Fortini, Alfonso Gatto, Natalia Ginzburg, Egidio Meneghetti, Velso Mucci, Pier Paolo Pasolini, Micu Pelli, Giorgio Piovano, Salvatore Quasimodo, Raffaello Ramat, Gianni Rodari, Umberto Saba, Edoardo Sanguineti, RoccoScotellaro, Girolamo Sotgiu, Pietro Tajetti, Giuseppe Verduci, Renata Viganò, Paolo Volponi Alberto Moravia, Elsa Morante y un largo etc.
Ahora bien, no estoy seguro de que estos señores encuentren libros de estos autores en el ghetto, donde dudo de que haya librerías. Tendrían que viajar a los EE.UU., a ciudades cultas como: Boston, New York, San Francisco, Washington Filadelfia, etc. Lo cual encarecería el costo del Auto de fe.
Claro, me he limitado solo a algunos escritores, a los cuales se podrían añadir: periodistas, pintores, escultores, arquitectos, bailarines de ballet, cantantes de ópera, músicos, directores y actores de cine, etc.
Si estos señores leyesen alguno de los libros de estos grandes autores, quizás lo podrían salvar de la hoguera o la aplanadora.
¿Tendremos aplanadoras y/o Autos de fe para rato? ¿Acaso el resto de los cubanos exiliados no se percatan de que estos señores siguen dañando la imagen de todos nosotros en el mundo y que por lo tanto le hacen el juego al régimen cubano?
Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,
Félix José Hernández

Salir de la versión móvil