Es muy difícil, cuando se escarba en los autores de la crónica de los hechos pasados, toparse con un cronista de la calidad, de la talla humana de honestidad del que fuera uno de los mejores cronistas lusitanos, y, por tanto, de nuestro entorno, como lo fue Juan de Barros, nacido cuatro años después que atracaran a este lado de la mar la dos naves andaluzas que oficialmente habían cruzado la mar oceana atlántica de oriente a poniente, por la primera vez.
El lusitano Juan de Barros, cuando escribió sus afamadas y respetuosas con la verdad «Décadas», para nada nombra a Américo Vespucio ni como navegante ni como nada, porque Américo, a todos los efectos, fue un personaje creado por el sistema: por el amasijo clero-monarquía, que es lo mismo que decir dinero y poder.
En España estamos donde estamos porque de aquellas velas de mover molinos, tenemos estas harinas actuales para hacer los panes grandes o chicos. Y como muestra de la mezcla de “churras con merinas” como ejemplo de extrema injerencia del clero en asuntos que no tienen nada que ver con religión alguna, entresacamos lo siguiente sobre el Traslado: sobre la copia del privilegio otorgado por los Reyes don Fernando (siempre delante) y doña Isabel (siempre detrás de Aragón), en Santa Fe de la Vega de Granada, el 17 de abril de 1.492, y el traslado o copia lleva fecha de 1.497.
Actualizando el español, anoto: “En el nombre de la Santa Trinidad y eterna unidad Padre e Hijo y Espíritu Santo, tres personas realmente distintas en una esencia divina que vive y reina por siempre sin fin, y de la bienaventurada Virgen gloriosa Santa María, nuestra señora su madre, a quien nos tenemos por señora y abogada en todos nuestros hechos y a honra y reverencia suya, y del bienaventurado apostos señor Santiago luz y espejo de España patrón y guiador de los Reyes de Castilla y de León, y así mismo honra y reverencia de todos los otros santos y santas de la corte celestial, porque según natura no puede el hombre cumplidamente conocer qué cosa es Dios…. Él es dicho Rey sobre todos los Reyes, de él han ellos nombre y por Él reinan, y por Él gobiernan….los cuales son vicarios suyos…así como lo mostraron los hombres sabios que fueron conocedores de las cosas naturales, que los santos dijeron que el Rey es puesto en la tierra en lugar de Dios para cumplir la justicia….” Y sigue la cosa por varias páginas como si en vez de estar reflejando un tratado, un contrato, se estuviera ante una clase inoportuna de teología.
Con semejante injerencia del clero vaticano en la vida oficial de España, no es que América se llama América por Américo Vespucio, sino que no se le llamó “Vaticanía” porque entonces, y ahora, el papado andaba a la greña entre los distintos clanes de solterones que quieren el poder en el estado más rico en dinero de la tierra.
Fruto, por tanto, de la injerencia clerical vaticana en la Historia verdadera de España, que se mantiene en las cátedras actuales y va a más; o se empieza a escuchar a las documentadas voces discordantes que están intentando arrojar la verdad de todo, o la licenciatura en Historia en España: el catecismo de puros intereses eclesiales sectarios, nos tiene donde estamos: repitiendo las mismas milongas por siglos.
Personalmente soy de los que llevo muchos años escribiendo y diciendo que Las Indias, Las Yndias, fue la denominación que los españoles de los distintos reinos les dieron a las tierras que en su ignorancia no sabían que existían al lado del poniente de la mar atlántica. Y que fruto, prácticamente, de que desde el minuto cero el clero vaticano le metió sus garras a los asuntos de Indias y lo enmierdó todo, es la cosecha que estamos recogiendo y que no podemos dar por buena.
Porque lo siguen manteniendo y enmierdado, sin que corrijamos nada.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
VERSOS FILOSÓFICOS
Y los que amamos,
los que son amados,
los que tienen
la tierra
por donde pasan
y pisan en sus manos;
los que
por la riqueza
del sentimiento
son los amos
de la tierra,
ahora resulta,
después
de tanto y tanto
verso,
que ni me preocupan
ni los considero,
en la pura verdad,
como hermanos.
En un contrasentido.
En un pardeo
certero
de no ser nada yo,
me niego en redondo
hacia todo
lo que gira,
es plano,
o alargado,
o grueso,
o abulta,
o está ocupando
un lugar
y un lado a mi lado
que no es lado de nada.
Todo lo que se mueve,
lo que existe
pasa por mi lado,
o yo por el de él,
y me deja indiferente
alejado,
apartado,
inamovible
hacia cualquier cosa
que no sea
ver salir el sol
de diario.
Solo eso,
que vale mucho más
que lo vivido
y lo imaginado
quisiera llevártelo
haciendo valer
mi lado,
para que al dueño
del mundo,
al que maneja
y estruja
el sentimiento,
decirle
y pedirle
que me deje ser
su hermano
y me deje
un lado
a su lado.