Ahora ya es tarde

En presencia de la dominación española y de los horrores que se han realizado para perpetuarla en este Continente, tienen que experimentar todas las almas generosas un estremecimiento profundo, una antipatía legítima, una repugnancia sin medida.
Ha triunfado en la Metrópoli la República, y si ese triunfo fuera perfecto no sonaría hoy en las sierras de Manzanillo y en las llanuras del Cama güey el lamentable clamor de la guerra, porque no se tratara de imponer por las armas la nacionalidad española a los que tienen que mirarla con odio, a aquellos para quienes esa nacionalidad ha sido un dogal y una vergüenza.
Se dice que la provincia no tiene el derecho de separarse del país a que pertenece; pero Cuba no era una provincia cuando comenzó la lucha,—era un presidio trasatlántico ; para el peninsular, una porción de tierra dedicada exclusivamente a explotaciones infames; un potro de tormento para los que habían nacido en ella.
Ahora ya es tarde, — esta pequeña historia que no puede presentar sino a media luz los acontecimientos,—aun en medio de sus vacíos, de su moderación y de su silencio deliberado sobre ciertas cosas,—demuestra que el pueblo de Cuba tiene tanta aptitud como el de España, más aptitud que el de España para gobernarse a sí mismo.
Su sujeción á la República Española es incompatible con el pasado ignominioso y el presente sangriento que forman las tradiciones comunes de la Metrópoli y la Colonia, y si eso pudiera olvidarse, el temor de un azaroso porvenir impediría la abdicación por parte de Cuba de una independencia que ya poseí en el seno de sus vírgenes o inconquistables montañas.
La República de Cuba, Antonio Zambrana, 1873

Salir de la versión móvil