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Agradecimiento a Juan Jorge

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Cada vez que pienso en algo brillante, algún moderador de Autonomía para Puerto Rico lo supera. Allí hay una batería de talento de todos sitios, pero uno que asombra por como entiende y conoce la situación de Puerto Rico es Juan Jorge, un español de Gran Canaria. Lean este artículo con detenimiento, lo hago en beneficio del lector y en agradecimiento y homenaje a Juan Jorge, personas fuera de Facebook merecen el privilegio de poder leerle.
Puerto Rico fue botín de guerra y pasó de ser una Autonomía española con todos sus derechos a ser una colonia gringa y nuestros antepasados sintieron la rabia, la desesperación la sensación de que habíamos sido abandonados a manos de una nación extranjera que aparte de mandar tropas para ocupar nuestra isla mandó una legión de educadores para cambiar nuestra vida, nuestra historia y nuestro idioma. Que menos que mandar expropiar a la iglesia y dar todo su patrimonio a otra fe que no era la Católica, que menos que apoderarse también de nuestra alma.
Nuestros bisabuelos y abuelos lucharon por conservar nuestra verdadera historia, nuestras tradiciones, nuestro idioma y en buena medida lo consiguieron, resistieron, tuvieron el coraje y el orgullo de saber quienes eran: puertorriqueños y españoles. Pero el tiempo pasa, las vidas se van apagando y nacen nuevas generaciones que siguen siendo educadas bajo el mandato gringo y poco a poco va quedando menos gente que sepa quienes somos y de donde procedemos, nos enseñan a odiar, a despreciar a nuestra verdadera esencia que no es otra que la española.
Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía: el niño quiere rescatar de la verdadera historia puertorriqueña lo que el hombre no supo defender con el hierro.
Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre acusadora y juez de la generación que desciende. De aquí, de estos grupos alegres y bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia.

Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer.

En esta colonia gringa, muchos de vuestros antepasados bebieron el vino generoso y dejaron las heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir el bochornoso epitafio de una generación que se va, manchada con la ignominia de ser meros colonos, con la quiebra fraudulenta y con la posible mutilación del territorio nacional si a los gringos les apetece.
Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzas y renovar dolores, no acusaríamos a unos ni disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra? La mano brutal de la ocupación gringa despedazó nuestra carne y machacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro espíritu de servidumbre.

¿Por qué desesperar? No hemos venido aquí para derramar lágrimas sobre las ruinas que han quedado del orgullo puertorriqueño, sino a fortalecernos con la esperanza. Nunca menos que ahora conviene el abatimiento del ánimo cobarde ni las quejas del pecho sin virilidad.

Si somos versátiles en amor, no lo somos menos en odio: el puñal penetró en nuestras entrañas y ya perdonamos al asesino. Alguien ha talado nuestros campos y quemado nuestras ciudades y mutilado nuestro territorio y asaltado nuestras riquezas transformando a nuestro amado Puerto Rico en una moral en ruinas como si se tratase de un cementerio; pues bien, señores, ese alguien a quien juraban rencor eterno y venganza implacable por nuestros antepasados, empieza a ser contado en el número de nuestros amigos, no es aborrecido por nosotros con todo el fuego de la sangre, con toda la cólera del corazón.
Ya que hipocresía y mentira forman los polos de la Diplomacia, dejemos a los gobiernos mentir hipócritamente jurándose amistad y olvido. Nosotros, hombres libres reunidos aquí para escuchar palabras de lealtad hacia nuestra verdadera patria que es España, nosotros que no tememos explicaciones ni respetamos susceptibilidades, nosotros levantemos la voz para enderezar el esqueleto de estas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxigenar esta atmósfera viciada con la respiración de tantos organismos infectos, y lancemos una chispa que inflame en el corazón del pueblo el fuego para amar con firmeza todo lo que se debe amar, y para odiar con firmeza también todo lo que se debe odiar. ¡Somos puertorriqueños, somos españoles! ¡Viva Puerto Rico! ¡Viva España!

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