A vueltas, siempre, con Gibraltar

Les tiene que venir un viento de poniente raro a los gibraltareños actuales, a los llanitos, para que por propia voluntad abandonen una situación política privilegiada, que nunca por nunca la van a encontrar siendo súbditos del rey y del bipartidismo en España.
Aparte de que España tiene el mismico poder decisorio que servidor en casa de mi mujer, recuerdo la panzá a mentiras que a diario nos servían los servicios informativos palaciegos del Pardo, respecto, allá por el año de 1.968, a la tremenda maniobra de inteligencia política que estaba desarrollando el franquismo con respecto a Guinea Ecuatorial y Gibraltar.
Más o menos desde el Pardo se indicaba que España se iba de Guinea porque ya habían pastado sus eminentes políticos (todos los que tenían mando eran del opus, mitad franquistas, mitad del otro jefe: el Vaticano) con el mando del mundo llamado occidental de que España soltaba Guinea, pero los ingleses iban a tener que soltar Gibraltar.
Y nada se decía al respecto de que si de América nos tuvimos que venir con el “rabo entre las patas imperiales” gracias a que España nunca va a un sitio a conquistar sin su confesor, en Filipinas no hubo necesidad de salir corriendo porque allí sólo había frailes que se quedaron martirizando sus cuerpos bebiendo (se puso de moda) café con leche de mujer parturienta, mojado con chocolatico blando para no forzar los dientes, en Marruecos “protegimos” tanto, que nos ha costado carros y carretas después a muchos tener amigos por allí.
En Guinea Ecuatorial, aquella Guinea que servidor conoció por los años de su independencia (1.968), con abundancia de mosca tse-tsé, que nos daba mucho miedo; donde según nos dijeron que apenas hacía unos muy pocos años que se había abierto el primer Instituto de Enseñanza Media (España y su socio Vaticano en conquista llevaban campeando en Guinea desde el año 1.778); donde los negros tenía que trabajar de gratis, todavía en aquellos años, por la comida, en las fincas de los blancos el tiempo que le saliera de sus compañones a los dueños blancos; donde nuestros socios en conquista, el clero vaticano, en los seminarios tenían a los seminaristas negros, más que estudiando, presos hasta que no se hacían mayores (si supervivían a las comidas para que no criaran colesterol del malo en sus cuerpos), hubo que salir de allí al estilo español clásico de salida donde pisa la alpargata española y la sandalia del fraile.
Mientras que en la prensa franquista todo eran alegrías, aplausos y vítores al inteligente buen hacer político español-vaticano, o vaticano-español en Guinea, a un compañero y a servidor que estábamos unos escasos días de vacaciones en nuestro puerto, Cartagena, y fuimos a legalizar días de mar a la Comandancia de Marina (las Capitanías de Puerto las había jodido el franquismo en favor de colocar militares en lo civil), a pique estuvieron de hacernos embarcar al mejor estilo de las levas históricas, para traer refugiados de Guinea que, a pesar de tanto bien hecho por la citada sociedad conquistadora España-Vaticano, según prensa; aunque no opinaban igual los nativos de allí que se quedaban esperando haciendo gachas con el mortero, porque ya los gringos estaban por Guinea al olisque de las bolsas de petróleo crudo.
Ni Gibraltar lo entregó el mundo occidental a España, ni mi compañero ni servidor, pese que de pie y de mala manera nos leyó un patriota de uniforme los delitos que estábamos incurriendo por no embarcar en plan de leva gracias a una baja médica urgente. Y, cuando como ahora, con unas políticas igualicas que las franquistas y hasta con más medios de comunicación trompeteros para alabar las buenas gestiones del bipartidismo español, cuando escucho lo que Gibraltar pronto volverá a ser español, solo recuerdo cosas de aquellos años, y, a lo más, sonrío con suficiencia de conocimiento.
Ah, y cuando nombro el bipartidismo español, puede que haya alguno que piense que hago referencia a los partidos políticos españoles Pepé-Pesoe, que no. En realidad me estoy siempre refiriendo a Madrid-Vaticano. O mejor, y más real, Vaticano-Madrid.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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