“A España hay que vencerla en América, no en Europa”..gritaba frenético el Morning Post de Londres…//…” La riqueza real, sólida, sustancial, productiva de la América española está sobre el haz de la tierra , que es dónde los británicos la cosecharán” gritaba el mencionado diario británico.
“Méjico nos deslumbra –decía el militar estadounidense John Adair en 1804- no esperemos más que la orden de marcha”
Estas perlas lanzaban británicos y estadounidenses a fin de apropiarse de las posesiones españolas. No en vano la ciudad de Méjico estaba considerada como “la más rica y espléndida del mundo”, de casas grandes y espaciosas, de grandes avenidas por las que cabían tres coches de caballos (en las más estrechas) y se ubicaban lujosos comercios. En el país azteca existían cuatro cosas hermosas: las mujeres, el vestir, los caballos y las calles. Esto mismo se podía decir de Lima –por muchos considerada aún más hermosa y rica que Méjico- , las gentes gozaban de un nivel de vida envidiable, incluso la clase baja que iba distinguidamente vestida, con encajes y joyas.
El barón Humboldt aseveró que el nivel de vida de los indios bajo el régimen español era superior al de los campesinos europeos, particularmente de los rusos y alemanes del norte. Hizo una comparativa entre el salario del campo en Méjico y el que se pagaba en la India bajo los ingleses, resultando que en Méjico si se pagaba el ciento por ciento, en la India se percibía el 20 por ciento, concluyendo que un campesino de la corona española cobraba cinco veces más que un campesino bajo la corona británica.
En comparación, esas maravillosas ciudades del Imperio español colisionaban en cada una de sus características con Londres (siendo ésta capital de la Metrópoli): tenía un mal pavimento, la plaza Saint James era un receptáculo de basuras y desperdicios que hacían las delicias de los perros callejeros, el alcantarillado era tan malo que en tiempos de lluvia se inundaban las calles, que en verano hedían porque desde las ventanas se tiraba todo tipo de desperdicios, incluso los humanos. Los ladrones y asaltadores se dedicaban a sus “labores” con total impunidad, en cambio las ciudades españolas del Imperio gozaban de tranquilidad y buena policía, limpieza, belleza, suntuosidad.
-Extraído del libro “El terror bolivariano” de Pablo Victoria.