A Ángel Ganivet

Séneca pasó por Granada,
y después de mucho admirarse,
se alojó en la Alhambra,
no sin suspirar cual enamorado
ante la grandeza de Sierra Nevada.

Una corriente ecléctica arribó,
como un ventarrón de lúcida arquitectura,
y desde el Albaicín al Paseo de los Tristes inspiró,
mezclando elementos mudéjares, clasicistas,
góticos o barrocos un compendio de amor

a la patria de hombre ilustrado y viajado,
que no quiso complejos extranjerizantes;
amor de un infatigable buscador trabajado
en el alma de una Piel de Toro subyugante,
hasta dejarle el buen ánimo extenuado.

Ángel Ganivet, sabiduría de tradición y progreso,
observación, reconocimiento y experiencia,
¡cuánto necesita España de un espíritu intenso,
que recoja su mundo esparcido por los mares,
bajo un sol deseoso de nuestro universo!

Guíennos las ganas y las intuiciones nuestras.
Marchemos sin estorbos ni mentiras.
Alimentemos nuestra conciencia erecta
en la verdad que nos arrancaron de cuajo.
Y vivamos. Vivamos con alegre y robusta fuerza.

Antonio Moreno Ruiz

Salir de la versión móvil