Todo es trilateral entre Cuba y México

Crisis de identidad tras la normalización de relaciones con EU.

El mundo era un lugar mucho más agradable cuando se le podía atribuir al imperialismo yanqui todas las tribulaciones de nuestros pueblos.

 
En estos días se celebra una reunión interparlamentaria más entre Cuba y México. En este caso, acudirán los legisladores mexicanos a Cuba para cumplir la encomienda de refrendar los lazos de amistad entre los dos países. Empero, esta reunión tiene una peculiaridad que la distingue de otras. Se realiza en el contexto del proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el cual crea un marco político, diplomático y económico inesperado e, incluso, sorpresivo para muchos. Es una situación que desafía a las tradicionales posiciones ideológicas frente a la revolución cubana.
Por el lado de la izquierda latinoamericana, el desconcierto no podría ser mayor. El mundo era un lugar mucho más agradable cuando se le podía atribuir al imperialismo yanqui todas las tribulaciones de nuestros pueblos. El neoliberalismo era una oferta ideológico-económica que venía envuelta en un bulto lo suficientemente grande como para acomodar hasta la corrupción de los gobernantes locales y, aun así, atribuírsela a los superpoderes nefastos de un modelo económico impuesto. Lula, Evo, Maduro y Kirchner caen bajo este supuesto. Ese manto protector se desvaneció cuando Raúl Castro disculpó a Obama del embargo económico estadunidense sobre la isla y lo declaró un hombre honesto. Se quedaron en un incómodo silencio, con un discurso deslavado, antiguo, sin credibilidad, excepto para los intereses económicos y políticos afectados por el derrumbe de ese último cuarto de milla del Muro de Berlín.
Por el lado de la derecha latinoamericana, el desconcierto es parecido, aunque por otras razones. ¿Acaso esto significa que hay que convidar a los Castro y sus sucesores al banquete de poder, dinero y decisiones en América Latina, y tolerarlos? El cambio supone transformaciones más profundas de lo que cualquiera pudiera haber imaginado, especialmente cuando se trata de una nueva correlación de fuerzas con Washington. La percepción, desde la derecha, es que fueron fieles a la línea de Washington sobre Cuba durante cinco décadas y, ahora, resulta que son un descarado freno a la historia, la sensatez y la obviedad. ¿Cómo y cuándo sucedió eso?
Es en este contexto que se efectúa la interparlamentaria Cuba-México. Nuestro país también padece la misma crisis de identidad que surge de la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. El discurso tradicional ha sido de mucha retórica solidaria y pocas nueces económicas. Por parte de la derecha mexicana, mucha crítica y nada de alternativas, excepto arrebatos insensatos y tontos.
Raúl Castro ha dicho que se puede hablar de todo. La diplomacia parlamentaria aconsejaría tomarle la palabra. Cuba está inmersa en un proceso interno de una profunda y, yo diría, autocrítica revisión de su modelo político y económico, de errores pasados y necesidades del futuro. Con un buen acompañamiento de México, ese proceso debiera producir resultados para el bien de todos, de propios y extraños.
Petróleo, turismo, relaciones económicas, inversión, política: todos estos temas debieran enfocarse trilateralmente, porque ya no tiene sentido restringirse a una visión bilateral. Ese es el cambio que ha impuesto la nueva relación Washington-La Habana, y se percibe con la visita del presidente francés a Cuba, además del renovado interés de países asiáticos por establecer relaciones diplomáticas con la isla.
Los legisladores mexicanos en La Habana pueden ayudar a reencauzar la relación con Cuba, introduciendo una cuota de pragmatismo y desvistiéndose de la histórica retórica. Ni derecha ni izquierda: escojamos el trilateralismo.
Ricardo Pascoe Pierce , Excelsior

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