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La pelota es redonda, pero viene en caja cuadrada

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Debemos ser más serenos en las derrotas que en las victorias porque los triunfos tienen muchos padres, pero los reveses son huérfanos.

Muchos cubanos -como pasa en otras partes del mundo- somos reiterativos en un error habitual; juntar pasiones y razones a la hora de abordar cuestiones de interés nacional como son la política, la nación, el cine y el juego de pelota.
Ahora mismo, la blogosfera cubana aparece conmovida con dos temas: la película «Santa y Andrés», del realizador Carlos Lechuga y la eliminación del equipo cubano de béisbol en el Clásico Mundial, que se celebra en Tokio, Japón.
No he podido ver el filme de mi tocayo; pero me temo que su censura en Cuba y en un festival de Nueva York podrían contribuir a convertir a «Santa y Andrés» en «La Habana, P.M.» de nuestra época.
La censura siempre es indeseable, sobre todo, cuando el propio gobierno cubano saca pecho con las cifras de alfabetización, la «cultura política» que atribuye a sus ciudadanos y sus niveles de instrucción.
¿Podría una película sobre un poeta maltratado influir sobre uno de los pueblos «más cultos del mundo»? ¿Porqué no exhibirla tranquilamente en los cines cubanos; en vez de provocar una oleada de críticas a los censores?
Se equivocan el Ministerio de Cultura, el Partido Comunista de Cuba y los organizadores del festival neoyorquino prohibiendo una película que aborda una zona dolorosa de nuestra historia reciente; pues su censura genera un debate no cinematográfico sobre méritos o defectos del filme y hurta a los cubanos un drama que les atañe.
Me temo que una parte de Cuba sigue instalada en esa perversa manía de aproximarse al arte con termómetro de fidelidad ideológica, que ha tenido un coste humano notable al perdernos -de un lado y de otro- a Onelio Jorge Cardoso, Felix Pita Rodríguez, Nicolás Guillén, Enrique Labrador Ruiz, Lino Novás Calvo, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante.
Como también ocurrió con Celia Cruz, La Lupe, Olga Guillot, Rolando Laserie, Compay Segundo, Ibrahím Ferrer, Celina González, Celeste Mendoza, Lázaro Ross o Merceditas Valdés.
Y, por si fuera poco, hoy me he desayunado con un dramático titular de Granma: «A la pelota le está prohibido perder bochornosamente» y con un subtítulo que se las trae: Cuba se despide del IV Clásico mundial con una humillante derrota ante Holanda por nocao de 14-1″.
Diario de Cuba, por su parte, editorializa sobre la derrota beisbolera: «Una magnífica noticia de pelota» y afirma: «Lo sucedido es una clara metáfora de lo que sucede en Cuba. Ningún país puede darse el lujo de prescindir de lo mejor de su talento y su juventud».
Antípodas ideológicos coinciden en una lectura pasional de un partido de béisbol, leyéndolo como una tragedia cubana. Y a mi me jode que Cuba, Industriales y los Yankees de Nueva York pierdan jugando bien, pero cuando los contrincantes son mejores, los aplaudo.
Ganar y perder es natural es un deporte y/o juego; y debemos ser más serenos en las derrotas que en las victorias porque los triunfos tienen muchos padres, pero los reveses son huérfanos.

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