Cada 12 de octubre tengo la costumbre de dedicarles unas palabras a los odiadores del ethos hispanoamericano. Yo que nací en Medellín, hoy ciudad, que tiene 344 años de fundada como villa por el vasco Miguel de Aguinaga y Mendigoitia. Que a su vez, es la actual capital de una provincia casi quinto centenaria, con 478 años de fundada y que todos mis antepasados han sido oriundos de esta tierra desde la 6ta y 8va generación.
Por esto quisiera compartir unos párrafos que me encontré, a vísperas de la Independencia, donde bien se describe que la fricción entre españoles peninsulares y españoles americanos es artificiosa y no corresponde a la realidad. Situación que se hace más visible en el comercio de los veinte mercaderes mayoristas que habían en la provincia la mitad eran europeos y la otra mitad habían nacido en la región. Además todos los 10 europeos mencionados estaban casados con criollas, es decir, tenían vínculos parentales y de negocios con la región.
Ellos no vinieron a extraer fortuna como los negrolegendarios han pretendido instalar en su narrativa, vinieron a quedarse y fundar familias y empresas. En este sentido el magnifico comercio que llegó a tener la provincia con otras vecinas y con el trasatlántico fue el motor que impulsó el desarrollo de esta región. La misma que potenciaron, a vísperas de las Independencia, el asturiano Mon y Velarde y el salmantino Francisco Silvestre. Riqueza y opulencia que solo fue arrebatada de la región cuando entraron las huestes de Bolívar con su consigna:
“Exprima Vd. a Antioquia repito; el señor Cansino no ha mandado nada, ni ha comprado fusiles siquiera; que cave la tierra para sacar el oro, si no lo puede conseguir de otro modo; que no quede un militar en Antioquia; que todos vayan al Bajo Magdalena a incorporarse con Córdova; que no quede un hombre útil, pues no debemos confiarnos mucho de los cartagineses, que son muy cobardes. Como todos los irlandeses se han ido, es preciso darle a Montilla hombres, sobre todo, seguros, en el país que ocupe. “Carta de Bolívar para el general Santander, 20 de julio de 1820”,
De manera que el discurso instalado sobre las buenas intenciones de los próceres o prohombres, su lucha contra los tiranos españoles y el malestar americano contra los europeos es ficticio y artificioso, montado para justificar su perfidia y ansias de poder. En palabras textuales:
«En esta región los lazos de unión con la península eran notorios especialmente por los vínculos de sangre existentes, ya que, por 150 años consecutivos, una buena parte de las familias antioqueñas habían acogido en su interior las últimas oleadas de españoles europeos que habían migrado al Nuevo Mundo . En consecuencia, para finales del siglo XVIII y principios del XIX, entre las principales familias antioqueñas se encontraba algún peninsular: padres, tíos, abuelos, cuñados, yernos, etc. Igualmente, estas familias solían tener a un europeo de nacimiento dentro de sus círculos sociales, de poder y de negocios, en tanto ésta había sido la estrategia de las élites antioqueñas para preservar el control económico y político, situación que se observa especialmente durante el régimen borbónico .
Por ejemplo, a vísperas de la Independencia se observa que el gran comercio de la provincia estaba repartido por partes iguales entre europeos y criollos. Tomando a Uribe y Álvarez, encontramos que la elite preindependentista antioqueña estaba constituida por 20 agentes “10 españoles de nacimiento y 10 de origen criollo, provenientes de los principales poblados; todos vinculados con la actividad mercantil especulativa, en torno a la cual se desarrolla la economía provincial”.
De manera que los españoles europeos fueron considerados como parte esencial de la sociedad antioqueña, siendo estos individuos incorporados en los grupos de elites y vinculados como familiares, colegas, socios y amigos. Por esta razón no se puede atribuir a los odios y desavenencias entre peninsulares y criollos como los catalizadores del proyecto autonomista de 1813, puesto que este elemento ya se encontraba bastante integrado en la población local, principalmente en las altas esferas económicas y políticas.
En este contexto los peninsulares ayudaron a constituir una elite solidaria y cohesionada, vinculada por fuertes lazos parentales y económicos que operaron más allá de los intereses y las convicciones políticas. Estos valores fueron traspasados en la cotidianidad al resto de la sociedad antioqueña, lo cual favoreció el desarrollo de prácticas asociadas a la autoprotección, solidaridad, amortización de riesgos y solución de conflictos por medio del consenso, la mediación y la negociación.
Autor: John Alejandro Ricaurte, “Hasta los gallinazos tienen rey”, IDEA, Medellín, 2018.