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Trueque de símbolos

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Raúl Castro le entregó al pontífice una gran escultura de un Cristo crucificado, realizada por Alexis Leyva Machado (Kcho)

 
 
A.Armengol
En la compleja y cuidadosa relación que el régimen cubano siempre ha mantenido con los símbolos, al final quizá lo más importante resulte esa habilidad, mantenida a lo largo de los años, para adaptarlos a las circunstancias.
Si se analiza simplemente como manipulación ideológica, la conclusión podría ser que a ese régimen siempre le ha resultado muy fácil dicho uso, a partir del hecho de imponer siempre el código, si es necesario por la fuerza.
Sin embargo, a veces ha resultado muy difícil —y particularmente para el exilio—adaptarse a ese trueque de valores, en buena medida por un enclaustramiento en Miami, por parte del sector exiliado que lleva literal y figurativamente la “voz cantante” dentro del activismo anticastrista, en el escenario típico de las primeras décadas del proceso iniciado a partir del primero de enero de 1959.
De esta forma, lo que resultó un canon de rigidez ideológica, propio de esas primeras décadas, y lo que fue siempre una (falsa) caracterización de Fidel Castro, se asumió en Miami no como defecto sino como virtud: la intransigencia.
Pero mientras el discurso político de ese sector influyente del exilio continúa aferrado a la repetición —aunque en los aspectos prácticos la vida de la comunidad cubana en esta ciudad transita por otros rumbos—, el gobierno de Raúl Castro se ha caracterizado por un ajiaco ideológico que a la larga le ha resultado útil.
Un ejemplo fue el regalo del gobernante Castro al Papa Francisco.
Raúl Castro le entregó al pontífice una gran escultura de un Cristo crucificado, realizada por Alexis Leyva Machado (Kcho).
La ejecución de la obra en sí es un ejemplo clásico del oportunismo imperante en la isla. Kcho hizo hace un año la cruz con los remos, Ahora le bastó añadir a Cristo.
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, confirmó en conferencia de prensa que los remos del crucifijo simbolizan a los migrantes cubanos, muchos de los cuales mueren en el mar tratando de llegar a las costas de Estados Unidos.
Ahora bien, desde el punto de vista político el significado de la obra posibilita una doble lectura. Son los balseros que mueren en el mar huyendo del “comunismo”, en la lectura del exilio. Pero también los cubanos víctimas de la Ley de Ajuste Cubano y el embargo, en la lectura del gobierno cubano.
En otro(s) momento(s) una obra de este tipo podría haber sido considerada “conflictiva”. Pero en este caso se trata de un artista mimado por ambos hermanos Castro, que con anterioridad ha incluido la temática de los inmigrantes en su obra y que representa precisamente esa nueva relación entre arte y Estado establecida en las últimas décadas.
El hecho de que una escultura de tal naturaleza resultara escogida es definitorio. La elección hecha por el gobernante impone el significado a otorgarle
Nada hay de nuevo en esta segunda lectura, que seguramente fue la presentada al Papa, pero tampoco hasta el momento se ha producido nada novedoso en la visita papal, por lo que solo queda esperar si las posibles consecuencias se materializarán o no.
Por lo pronto cabe señalar que de forma elemental, pero efectiva, el régimen sigue demostrando una capacidad de adaptación y mimetismo, en la que si no va más lejos es porque no lo cree necesario o lo considera peligroso. Pero sin lugar a duda, continúa imponiendo su agenda.

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